«Vender la madera no es asunto de nobles». León Tolstoi: Ana Karenina
Debo confesar que he comprado este libro porque me ha llamado la atención su título, su portada y el slogan que lo acompaña. No conocía al autor (Paul Brannen), y una vez que comencé a leerlo he descubierto que ha sido eurodiputado y que actualmente es un muy alto cargo de la Confederación Europea de Industrias de la Madera. Sin ninguna duda, la combinación de elementos como el producto estrella de la bioeconomía forestal, la industria basada en la madera y la evaluación del carbono y sus posibles efectos en estrategias de mitigación del cambio climático en algunos sectores justifican el interés en esta publicación.
Según el autor, la motivación fundamental de escribir esta obra radica en la necesidad de que se reduzcan las emisiones de carbono vinculadas al sector de la construcción y, como es fácil pensar, ahí la madera cobra un papel determinante por sus condiciones endógenas, tanto estructurales como por la capacidad de secuestrar carbono, como por otros atributos que atesora, entre las que destaco su versatilidad. Sin embargo, no se trata sólo de sustituir el hormigón por madera, sino también aprovechar sus propiedades como aislante que se traduce en una menor demanda de energía tanto en verano como en invierno. Algunos datos aportados son elocuentes en este sentido: parece que el sector de la construcción no avanza en la senda requerida para lograr una descarbonización acorde con los compromisos adquiridos y en un contexto, bien documentado, donde se prevén la construcción a nivel mundial de millones de viviendas en los próximos años. En esta línea de promover las virtudes de la madera se insiste en los problemas de los otros materiales empleados. Así, aunque Paul Brennan niega una cierta, digamos, animadversión con la industria del hormigón, a veces el lector intuye lo contrario, pero se aportan ciertos datos palmarios. Según el autor, si hubiera un país llamado “hormigón” sería el tercer país en el mundo en cuanto al porcentaje de emisiones de CO2 anuales. Sin embargo, el autor no aporta datos sobre emisiones homólogas de la industria basada en la madera. Aunque hay una parte de autoconsumo que implica dificultades a la hora de contabilizar de forma consistente los resultados, es preciso insistir en que hace décadas las emisiones de la industria de celulosa y papel igualaban o superaban las emisiones anuales de un país como España.
Por otro lado, se insiste en las ventajas de la madera aludiendo a datos interesantes sobre el carbono capturado en los bosques europeos, y la incógnita de saber el carbono secuestrado en productos a esta escala (se estima en algo más de un 13% de dicho total). Por cierto, en el libro cuando se habla de carbono no se sigue ningún tipo de protocolo o normativa existente para su cómputo, pero a veces eso se agradece. Así, se habla textualmente de cómo los productos derivados de la madera y empleados en la construcción pueden permanecer entre 50 y 100 años, por no traer a colación ejemplos que se citan de edificios milenarios de madera, cuando las normativas actuales limitan el tiempo a considerar ese carbono a 35 años. Y, en esta línea, el autor se pregunta acertadamente por qué se pueden computar los créditos de carbono asociados a una nueva plantación, mientras que habitualmente el carbono que queda retenido en un edificio de madera de nueva construcción no es posible incluirlo en el análisis. Sin embargo, se espera que nuevas normativas a nivel europeo amortigüen este problema.
En el libro también aparecen capítulos de corte más técnico y menos forestal, como pueden ser los relativos al aislamiento en los elementos constructivos (muy importante para evitar futuras emisiones de carbono) o a la dicotomía, siempre presente cuando se habla de madera, entre el fuego y la seguridad de las construcciones de madera. Entre algunas cifras chocantes, me ha llamado la atención la poca penetración en el mercado europeo (1%) de soluciones basadas en servicios de provisión forestales para aislar viviendas. Se insiste en las bondades de productos como el aislamiento con productos obtenidos a través del reciclaje del papel, reconociéndose al mismo tiempo que el mejor producto para este propósito (desde varios puntos de vista) es el corcho, lo cual resulta muy significativo viniendo de un país no productor. También existe un capítulo donde se detallan variados ejemplos del empleo de madera estructural en diversos edificios y en distintos países. Sin duda es necesario este tipo de ilustraciones en un libro que presenta estos objetivos pero, particularmente, me esperaba encontrar informaciones y datos más globales. Tal y como se ha planteado da la sensación de que todo ello aún es poco significativo, por un lado, y por otro echo en falta más datos asociados a la madera utilizada. Por ejemplo, hasta ahora no he encontrado vínculos claros entre la oferta de madera estructural, su impacto en la cantidad de viviendas, la demanda de madera que acarrean estos productos y su impacto en la gestión forestal. Sin embargo, debo reconocer el acierto que han tenido en el Reino Unido al desarrollar la reciente estrategia nacional de la madera. Uno se pregunta por qué no hay algo similar en España (quizá lo que más se acerque sea el recomendable informe de Mass madera), y rápidamente obtiene la respuesta al observar que una de las seis metas estratégicas de la citada estrategia es “present a consistent and positive message on productive woodlands”.
Desde el punto de vista más forestal el autor aborda aspectos necesarios e interesantes como la importancia de los bosques, incidiendo mucho en la necesidad de aplicar una gestión activa, así como de las plantaciones. Se centra en justificar aspectos positivos de la conífera exótica (pero ya con más de doscientos años de presencia en su país) más extendida (Picea sitchensis), y en reivindicar la existencia de más plantaciones comerciales en Inglaterra, así como la calidad de la madera asociada a las mismas, en comparación con la que procede de otros países. Esta reivindicación es bastante obvia, ya no sólo en un contexto de incentivar el uso de la madera, sino para no depender tanto del comercio exterior. Recuerdo que disminuir esta dependencia también es una estrategia clara y reconocida de economía circular, aunque muchas veces se omite en el análisis. También el autor se pregunta si hay suficiente madera para abastecer una hipotética demanda (que, desgraciadamente, no cuantifica) en un contexto de gestión sostenible. Los datos que se presentan demuestran que todos los países europeos están cortando anualmente madera por debajo de su crecimiento anual, lo que da pistas para un incremento potencial de las cortas. Además de otros aspectos, también se tocan otros muy en la línea de la economía circular como es la madera reciclada, producto donde Italia es el país con mejores resultados, alargar la vida útil de los productos de madera o aumentar la eficiencia en el proceso (optimizar la madera según los mejores destinos). También se destaca en el libro la necesidad de incrementar los cultivos forestales con fines energéticos. Por otro lado, quisiera enfatizar la importancia que el autor da a una gestión integrada del medio rural (no como ahora: estrategias separadas de cultivos agrícolas, forestales, de biodiversidad, de economía circular…), llegando a la valiente propuesta de dedicar un capítulo entero a los sistemas agroforestales y sus ventajas. Desagraciadamente, esta línea promisoria no acaba de arrancar en España a pesar de la existencia de grupos de trabajo muy sólidos y de que, desde el punto de vista del carbono, puede proporcionar soluciones muy útiles a diferentes problemas ambientales y comerciales. El libro concluye con una propuesta de diez acciones, diría que de obligada lectura, para optimizar el uso potencial de la madera bajo la premisa de continuar con la descarbonización. No me extiendo más, pero quisiera finalizar señalando que me ha parecido un libro interesante, recomendable y ameno, aunque no ha llegado a cubrir todas mis expectativas (problema, sin duda, no imputable al autor).
4 comentarios en “Timber!”
¡Como siempre, fantástico y acertado, profesor Balteiro!!
Muchas gracias, Juan Andrés. Un abrazo
Muchas gracias, Luis, por está reseña tan completa. Hay algunas cosas de esta expectativa creciente de uso de la madera que aún no están claras, y que parece que no aclara tampoco el libro: cuanto más podemos crecer en producción maderera de forma sostenible? Y por otra parte la evolución del mercado dependerá, además de la oferta, de la demanda, y eso es algo muy difícil de predecir, no sólo en construcción en madera, sino también en muchos producto que tienen altos valores de sustitución (ventanas, muebles, etc)
Saludos
Gracias a ti Juan. En efecto, hay muchas incógnitas y una de las principales es si tenemos una oferta asegurada en base a una demanda que se espera sea lo más alta posible… pero que no está cuantificada. Un abrazo