Establecer una estrategia de conservación basada en su valoración a través de una gestión sostenible. Torres Cuadros et al.: Manejo Forestal del Bosque Nativo: Una Oportunidad de Desarrollo. Chile, 2022
Si comparamos, siguiendo un poco la terminología del Protocolo de Kyoto, dos apartados clave en los cambios de uso de tierras forestales como son las cortas finales y los incendios forestales, nos encontramos, utilizando grandes números, que la superficie ardida en los últimos años es frecuentemente superior a la suma de todo lo que se corta. Por supuesto, las superficies repobladas están muy lejos de estas cifras, aunque aquí no computa la regeneración natural. Si traigo este dato a colación es que a nivel superficial los incendios forestales presentan una importancia notable, aunque se incremente la superficie forestal continuamente, y a pesar de que este año parece que, hasta ahora, la afectación por incendios forestales es menor que el año 2022. Es decir, que es más fácil que una persona vea en el monte el impacto de un incendio que el de una corta final, y esto conduce a preguntas que siempre me hago cuando aparecen las calamitosas noticias sobre incendios forestales: Por ejemplo, ¿el público entiende la importancia de la superficie que está ardiendo? ¿todos entienden lo que supone una hectárea, mil o diez mil hectáreas? La importancia del incendio, ¿viene dada porque actúe o no la UME? ¿se piensa, acaso, que toda la superficie afectada supone que nada verde queda en pie? ¿la gente puede discernir la importancia de que afecte a un Parque Nacional u a otro espacio natural protegido? Todas estas cuestiones conducen a una pregunta más genérica: ¿no existe un mejor indicador para evaluar la gravedad de un incendio forestal que la superficie afectada? Una posible respuesta, si lo comparamos con otros daños bióticos o abióticos sería realizar una valoración de los daños provocados por dicho incendio. Obviamente, esa tarea se puede calificar como compleja, y resulta inviable disponer de los datos de forma instantánea. Sin embargo, y a pesar de este hándicap, conviene resaltar la política que en los últimos tiempos se está siguiendo en los organismos responsables. Así, acudiendo a las estadísticas oficiales, uno se encuentra que el último año donde se han publicado estimaciones de las pérdidas de los incendios forestales (sólo productos mediatos) es el año 2015, misma situación que había señalado hace aproximadamente un año en otra entrada de este blog. En definitiva, no es ya que un ciudadano conozca el precio de cada hectárea de monte afectada antes del incendio, ni el valor de los servicios ecosistémicos que ahí se ven afectados, sino que ni siquiera dispone de herramientas accesibles para conocer simplemente cuánto dinero sale de sus impuestos para aspectos como la extinción y, no digamos, para la prevención.
Ello permite colegir, de forma ya reiterada, que no interesa que exista una estadística numérica, ni una serie que la sustenta, que permita evaluar el impacto de los incendios forestales utilizando magnitudes económicas, pero no conviene pensar que eso sea lo común. Realizando un paralelismo, y aunque se debe manejar como un indicador incompleto, en el Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación aparecen informaciones muy actualizadas sobre las hectáreas afectadas según diversos cultivos por fenómenos meteorológicos, y las indemnizaciones que se han abonado. Obviamente, disponer de un sistema engrasado como Agroseguro es de vital importancia para ello. En el caso forestal, parece que sólo interesa que la gente se haga su propia composición de los hechos en base a la superficie afectada y a los medios de extinción utilizados. Pensando en los motivos de esta inercia, uno puede pensar que hay ágrafos e iletrados que piensan que poner ese número es “mercantilizar la naturaleza” o falsos eufemismos similares. Si realmente hay universitarios que piensan que un propietario forestal (sea público o privado) no debe realizar una valoración económica de los daños producidos por un incendio forestal, y que los datos de esas valoraciones no se deben agregar y utilizar en distintos ámbitos, sólo les pediría que apliquen el mismo sofisma cuando se refiera, no sólo a sus propiedades, sino a una vida humana o a las potenciales heridas sufridas en un siniestro y esperando, simultáneamente, que nunca les suceda nada de esto.
Una reciente y consensuada declaración sobre la gestión de los grandes incendios forestales afirma que “es necesario disponer de estadísticas anuales actualizadas a nivel nacional, con datos de impacto sobre extinción y prevención de incendios forestales”. A mi juicio, aquí faltaría especificar la cuantificación monetaria de los servicios ecosistémicos afectados por el incendio. Sin embargo, en la documentación previa que ha dado lugar a la misma se afirma textual y acertadamente que un objetivo a corto plazo sería “fomentar que la sociedad valore y compense los servicios ecosistémicos”. Pues bien, resulta muy difícil conjugar estos dos verbos (valorar y compensar) sin datos económicos actualizados, salvo que se quisiera imponer cuáles son esos valores y esas potenciales compensaciones. Por realizar una comparación con otros países, ya en California se ha estimado que las pérdidas de los incendios en el 2018 superaron los 148 billones (americanos) de dólares y, a nivel global, se estima que sólo las reclamaciones a las compañías de seguros por incendios (es preciso recordar que en España esta figura resulta anecdótica para los sistemas forestales) supera los 10 billones (americanos) de dólares cada año. Por otro lado, un reciente artículo centrado en España, Portugal, Francia e Italia cifra las pérdidas de los incendios en términos de PIB y desempleo. Los autores hablan de pérdidas anuales estimadas entre 13 y 21 billones de euros (se supone que americanos). Dicho de otra forma, cada habitante de cada región afectada pierde entre 23 y 38 euros al año de media. Lógicamente, en algunas regiones y en años muy complicados, esas cifras se incrementan, pero ya son un indicador válido de lo que se pierde en un incendio, aunque quizá algo imperfecto por la metodología empleada. Por último, y siguiendo en esta línea, hace unos días unos expertos españoles en incendios forestales publicaban un artículo donde se referían a los incendios de Hawái. Pues bien, los autores ya aportan una valoración inicial de los daños de este incendio (en zonas urbanas) y esa cifra sitúa al lector con la magnitud del mismo, sobre todo si se compara con el coste de las medidas de prevención propuestas para el caso de España.
Llegados a este punto, y sin hablar de los malvados pinos ni de los malandrines eucaliptos, uno se pregunta por qué existe una estimación del valor de las pérdidas de ese incendio de Hawái, tan reciente en el tiempo, y no se dispone de resultados homólogos referidos a cualquier gran incendio que se han producido en España en los últimos años. Ahí lo dejo.
2 comentarios en “Valoración de incendios forestales”
Como siempre, acertadísimo artículo.
Bajo mi opinión, y responsabilidad laboral, no existe en España un sistema normalizado de valoración económica, en general, de los incendios forestales lo cual resulta imprescindible de cara al ciudadano. Sería un trabajo que debiera emprender el CLIF.
Muchas gracias por el comentario, Javier. Disculpa la tardanza en responderte, pero estoy con cambios en la web y el sistema no me ha avisado de tu aportación. Con relación a lo que apuntas, en ese Comité no he visto ninguna línea de actuación relativa a la valoración de incendios, pero podría ser una opción. Gracias de nuevo, y recibe un cordial saludo.