The bioeconomy is a concept that is extremely important for the further development of society in several ways. Tolic, I., 2023.
En un mundo atropellado, de un pensamiento cuasiúnico y caracterizado por el empleo de términos que perduran bajo interpretaciones oportunistas y fatuas, pero fungibles en su esencia original (la sostenibilidad es un buen ejemplo), conviene a veces reflexionar dónde se pretende llegar con el uso de algunos términos. Un caso que se podría encajar en este enunciado sería el de la bioeconomía, y resulta necesario contextualizar y, por qué no, reivindicar su génesis. En principio, se puede encuadrar la bioeconomía como una intersección entre recursos biológicos (por definición, renovables) y las actividades económicas. Precisando algo más, la bioeconomía incorpora recursos biológicos con el fin de lograr el crecimiento económico, y, en los últimos años, bajo el desiderátum que dicho crecimiento sea sostenible. Sin embargo, según lo expuesto, todo esto no es nuevo. Refleja lo que la humanidad ha venido haciendo desde tiempos inmemoriales para satisfacer sus legítimas necesidades: comida, energía, materiales como la madera, etc. Dicho de otra manera, muchos hitos de la economía de los recursos naturales se podrían haber bautizado como bioeconomía de recursos, o bioeconomía forestal, agraria, etc. Ello nos lleva a colegir que se pudiera hablar, por ejemplo, de bioeconomía forestal sin que ello suponga que nos referimos a conceptos como el de circularidad. Es decir, ambos conceptos no van a estar siempre unidos, ni tampoco el prefijo “bio” supone que se añada una relación con aspectos que hoy se conocen como ecológicos.
A pesar de todo ello, en algunos foros se distingue entre una nueva y una vieja bioeconomía. Esta estaba centrada en biocombustibles y bioenergía como respuesta a una economía basada en recursos no renovables (petróleo). Ahora, para algunos, la bioeconomía debe focalizarse en lograr la descarbonización de la economía y el auge de energías renovables, y, habitualmente asumiendo que lleva adheridos como lapas dos adjetivos: circular y sostenible. Parece que si se habla de “bioeconomía circular y sostenible” ya se refrenda y se comprueba la calidad y los atributos de un determinado plan, estrategia, política o medida a tomar en el futuro. Sin embargo, a veces no es más que una estrategia de “namewashing” (y perdón por la expresión). Así, la idea genérica de circularidad a nivel agregado es la lucha por aproximarse al ideal (y, por definición, inalcanzable) de no incrementar el consumo de ciertos recursos y reutilizar al 100% todos los productos derivados de ese consumo. Por otro lado, ya se ha hablado en este blog muchas veces sobre el mal uso de la palabra sostenibilidad, que es arriostrada e incarcerada sin ningún pudor hacia acciones, políticas y justificaciones que en nada tiene que ver ya no sólo con el significado original, sino con el que, por ejemplo, se definió en el Informe Brundtland. En definitiva, no sólo por añadir “hot topics” al nombre se refrenda la calidad de un proyecto o una estrategia de bioeconomía.
Y esto nos lleva a un asunto crucial, y que muchas veces se olvida: cuando se habla de bioeconomía, o de bioeconomía circular, o con el adjetivo que se desee incorporar, estamos hablando de diversas bioeconomías (y ya no sólo de bioeconomía verde o azul), de diversas escalas tanto temporales como espaciales. Así, cómo se concibe la bioeconomía no es idéntico en la UE y en los países que la forman (sólo es necesario cotejar sus distintas estrategias al respecto). Y estas diferencias se agrandan cuando se observan las orientaciones que persiguen otros países avanzados (USA, Corea del Sur) frente a la UE. En los primeros se apuesta más por la biotecnología en el área de salud, mientras que en Europa se prima la bioeconomía orientada a los sectores primarios. Centrándonos en lo forestal, por ejemplo, Finlandia y Brasil son dos claros ejemplos donde está muy imbricado, en sus distintas expresiones, en lo que se entiende por bieoconomía. Tampoco es lo mismo hablar de bioeconomía a nivel país, región, sector o empresa.
Incidiendo en la bioeconomía forestal, ya se ha comentado las lagunas existentes en algunos casos al calificarla como circular. Entre los servicios ecosistémicos de provisión, conviene destacar, y ya se ha sugerido anteriormente, la importancia de la biomasa y la bioenergía relacionada con los productos forestales. Además, y como resulta muy fácil de comprobar, la madera y los productos derivados se han distinguido como claves en una estrategia de bioeconomía. Aquí es preciso advertir que, como se ha comentado en otras ocasiones, no existe una estrategia clara y cuantificable de integrar la producción de madera dentro de la bioeconomía forestal en España, si miramos, por ejemplo, la Estrategia Forestal y el Plan Forestal tan recientemente publicados, como, bajo mi impresión, no convenientemente difundidos. En esta línea, los recurrentes ataques a las plantaciones de eucalipto suponen ir en contra de la bioeconomía forestal en nuestro país, pero no se percibe una crítica al respecto. Es decir, para algunos, la bioeconomía forestal debe ser a la carta: hay que utilizar los recursos que digan algunos pseudoprofetas, dónde ellos digan y cómo ellos digan. Parece que es mejor consumir más recursos fósiles que aprovechar, con el máximo de circularidad, la madera de eucalipto. Y lo que acabo de comentar en cuanto a la legislación nacional, se puede extender a la europea: el engarce de la bioeconomía forestal con, por ejemplo, el European Green Deal, resulta poco claro y convincente, tal y como se refleja en al Estrategia Forestal Europea.
Otra forma de desarrollo de la bioeconomía forestal, si atendemos a los servicios ecosistémicos de provisión serían los productos forestales no maderables. De estos sí que se ocupan ambas publicaciones (Plan Forestal y Estrategia Forestal), lo cual parece muy loable, pero adoleciendo de algunas metas cuantificables. En esta línea, quisiera recomendar un libro reciente donde se ahonda en temas relacionados con estos productos no maderables y la bioeconomía forestal. Estos outputs también son a menudo vistos como una oportunidad en cuanto a la creación de empleos en el mundo rural, meta que se incluye en todas las estrategias futuras, pero, hasta ahora, con pocos resultados tangibles, al menos a nivel macroeconómico. Por otro lado, se echa en falta una extensión de los principios de la bioeconomía hacia otros servicios ecosistémicos que no sean de provisión (excluyendo la captura de carbono). Integrar esos servicios de alguna forma en estas estrategias es un desafío, a mi juicio, más apremiante y práctico que hablar, a veces sin sentido, de los ODS vinculados a la bioeconomía forestal. Y ya que hablamos de otros servicios ecosistémicos, aquí podrían entrar las estrategias de rewilding. No he leído artículos que combinen ambos conceptos, aunque, en buena lid, algunos autores afirman que el rewilding puede crear nuevas oportunidades desde el punto de vista económico. Sin embargo, tal y como se manifiestan algunos seguidores (o, más bien meros “groupies”), algunos de sus principios chocan con la idea de fomentar la bioeconomía forestal.
En definitiva, creo que es sensato apoyar las iniciativas basadas en la bioeconomía forestal, sobre todo aquellas que no intentan justificar arabescos ni títulos largos, a veces propios de los que pretenden justificar una bioeconomía sin una componente económica. Y, como he comentado anteriormente, ojalá este término no se use en coordenadas de un oportunismo político y mediático. Al final siempre quedarán los propietarios, los habitantes del ámbito rural para aportar sendas de sensatez a ciertos diseños poco ambiciosos, contaminados por la corrección política y abrumadoramente orientados a los neocolonialistas urbanos.