Sin duda los sistemas forestales han sido y están siendo zonas de perenne inspiración para el mundo de la cultura. Pensando en libros de ficción, son numerosos los títulos que, en tiempos recientes, abordan hilos narrativos donde los bosques son parte fundamental de la obra. Se pueden encontrar novelas con tramas muy distintas, pero en muchas de ellas existe ese vínculo directo y asociado a aspectos relacionados con la memoria de ciertas generaciones, la memoria de un modo de vida o la memoria asociada a la exploración de territorios vírgenes. En esta línea, evoco el impacto que me produjo en su momento la lectura de la magnífica obra de Annie Proulx “El bosque infinito” donde, además, emergen ilustrativas dualidades en relación con la gestión forestal (hasta un perro recibe el impagable, y no casual, nombre de Hans Carl von Carlowitz).
Esta entrada viene a colación de una iniciativa digna de alabanzas promovida por un conjunto de ONGs en Brasil y que tienen a la forestación y restauración de zonas degradadas como piedra angular. Su lema es “Bosques da memória» y su objetivo sería recuperar sistemas forestales autóctonos, pero, a la vez, rindiendo homenaje a las víctimas de Covid en este país (creo que los árboles llevarán el nombre de cada persona fallecida), así como a los profesionales sanitarios que han estado luchando contra esta desalmada pandemia. Las actuaciones se van a centrar en un bioma mucho más amenazado que la Amazonía y que en Europa recibe mucha menos atención mediática. Se trata de la mata atlántica, ecosistema que ha perdido más del 80% de su extensión original y donde la biodiversidad puede llegar a ser incluso más elevada que en la propia región amazónica. Por otro lado, han vinculado estas actuaciones en el marco de campañas oficiales a nivel mundial (década de la restauración de los ecosistemas), y han logrado la implicación de otras instituciones.
Creo que es una lástima que este tipo de iniciativas tan positivas no surjan en España por parte de stakeholders similares (he buscado en las páginas web de las principales organizaciones a nivel nacional y no he visto nada comparable), aunque sería difícil de replicar si el número de fallecidos sigue siendo, por desgracia, una cifra borrosa. Aún así, a mi modo de ver, constituiría una loable iniciativa, que prestigiaría y difundiría mensajes muy positivos relacionados con los sistemas forestales. Creo que el impacto sería elevado porque en Brasil esta noticia ha aparecido en la primera página de, al menos, uno de los diarios con más difusión (Folha de São Paulo). No obstante, es preciso aclarar que, a mi juicio, los fines y las metas de los grupos ecologistas son muy distintos en ambos países. Así, en el caso de España, es preciso recordar que estas organizaciones en el ámbito forestal más cercano a esta idea se orientan habitualmente hacia una actitud reactiva, nunca proactiva. Esta actitud se focaliza, en numerosas ocasiones, en un discurso desabrido y desenfocado que reclama acciones imperativas de difícil apoyo, promoviendo una xenofobia botánica contra algunas especies (y, en los últimos tiempos, extendiendo dicha xenofobia contra algunas empresas), y, viviendo en una perenne contradicción en relación con, por ejemplo, medidas asociadas a la mitigación del cambio climático. Dicho lo cual, ojalá tenga que modificar esta apreciación y aparezca una iniciativa homóloga en nuestro país.