A raíz de la Cumbre de Río (1992) se realizó un notable esfuerzo para definir lo que es la gestión forestal sostenible, dentro de una idea de “gestión forestal adaptativa”. Entrecomillo esta expresión porque puede tener sentido, a mi juicio, en otros países, pero no tanto en aquellos donde la gestión forestal emana de unos modelos empíricos perfeccionados a lo largo de siglos. Bajo estas premisas, se concluyó que un sistema de criterios e indicadores jerárquico que definiera la sostenibilidad de dicha gestión podía ser útil y adaptarse a las condiciones de cada bioma, continente, etc. Nótese que este término tan poliédrico (y abstracto) que constituye la sostenibilidad encaja en una aproximación a través de un conjunto de parámetros que abarquen distintos pilares y que puedan ser adaptables a diferentes escalas, tanto espaciales como incluso temporales. La idea inicial era evaluar la sostenibilidad de la gestión forestal a escala país, siguiendo una tendencia “top to down”, pero reconociendo que deben adaptarse a nivel unidad forestal. Transcurrido el tiempo, se han formulado a nivel mundial diversos Procesos que engloban a grupos de países interesados en compartir un cuerpo común de criterios e indicadores. Por lo menos hay 6 Procesos más o menos activos hoy en día, y uno de ellos es el europeo. La última cumbre se celebró en Madrid en el año 2015 y la siguiente está prevista para el año 2021 en Bratislava.
Revisando la implantación de estos criterios e indicadores, y su evolución en los últimos casi 25 años, me llama la atención algunos hechos que motivan esta entrada. En primer lugar, salvo error u omisión por mi parte, resulta complicado analizar la evolución de los indicadores a lo largo del tiempo en los distintos países. Es decir, no hay una base de datos accesible que permita valorar la evolución de la sostenibilidad según la dimensión espacial o temporal requerida. Esto nos lleva a una cuestión por desgracia habitual a la hora de manejar criterios e indicadores: parece que el objetivo es definir una batería amplia, sin pararse a pensar si tiene sentido su número y, una vez realizado este esfuerzo, parece que el tiempo diluye el empuje inicial y se dejan de tomar mediciones de dichos indicadores (o de publicitarlas, que para el caso viene a ser lo mismo). Manejar indicadores tiene sentido si se cumplen una serie de principios básicos y, en este caso, quizá se debería converger (utilizando la metodología adecuada) en un índice agregado de gestión forestal sostenible a nivel país. Repito la idea de que un sistema de indicadores NO es mejor porque sea más amplio. Esto puede costar entenderlo, viendo, por ejemplo, a ufanos políticos que llevan pines de las metas de desarrollo sostenible sin saber cuántos indicadores están implicados en cada una y si todos ellos están relacionados verdaderamente con el desarrollo sostenible. En definitiva, en estos tiempos de titulares huecos, de badulaques haciendo ridículos espantosos en redes sociales, importa la apariencia, y no el contenido y las implicaciones de éste, y por ello puede parecer más sólido en todos los casos un conjunto más amplio de indicadores que otro más reducido.
Descendiendo al caso de España, a pesar de haberse publicado un informe en el año 2012 con los criterios e indicadores de gestión forestal sostenible, donde se definen 6 criterios y 28 indicadores, resulta complicado seguir la evolución de dichos indicadores en el tiempo. Me gustaría creer que me he equivocado, pero en el nuevo portal de Estadísticas del MITECO aparecen como indicadores de gestión forestal sostenible la superficie forestal ordenada (bajo diferentes categorías) y la superficie forestal bajo los dos sistemas habituales de certificación: PEFC y FSC. La pregunta inmediata es: ¿todos los criterios e indicadores a nivel nacional y europeo se resumen en estos tres? Si así fuera, pudiera parecer una contradicción seguir avanzando en los criterios e indicadores a nivel europeo. Personalmente creo que esta simplificación es excesiva y la relación entre certificación y sostenibilidad no resulta tan unívoca como nos quieren hacer ver. Además, ¿es un indicador tan relevante la superficie forestal bajo proyecto de ordenación? A mi juicio no debería serlo porque, por poner un ejemplo sencillo, no es lo mismo un sistema forestal que comience este año su ordenación que otro que esté siendo ordenado desde hace décadas. Un documento de gestión puede asegurar la sostenibilidad en el futuro, pero no implica necesariamente que se haya alcanzado dicha sostenibilidad sólo por redactar ese documento.