Hace unos días tropecé en las procelosas páginas de Linkedin con una noticia que me llamó la atención. Se trataba de un ranking de empresas (mil empresas analizadas) a nivel global donde se evaluaba la calidad de los informes anuales que presentaban a los distintos stakeholders, siguiendo una metodología transparente y basada en un panel externo. Estos informes, como cabe esperar, no se centran sólo en la información financiera, sino que incluye otros aspectos, la mayoría de los cuales se engloban dentro de lo que se denomina responsabilidad social corporativa.
Mi sorpresa ha llegado al ver que, de las empresas mejor valoradas, la primera y la quinta son forestales. Y no son las únicas. Así, por ejemplo, la mejor empresa africana en este ranking pertenece a la industria del papel. Todo ello permite afirmar que, a nivel internacional, la industria forestal está dando una imagen muy positiva y sólida al mostrar su desempeño anual. Sin embargo, mi sorpresa mayor ha venido a la hora de analizar el, según este ranking, mejor informe. Se trata el de la empresa sueca SCA, y merece la pena comentar algunos aspectos reseñables. SCA es una suerte de empresa integrada verticalmente y con diversas producciones (madera de sierra, celulosa, papel) que se pueden encuadrar en lo que hoy se denomina bioeconomía. Partiendo de que es el mayor propietario forestal de Europa (más o menos posee la superficie de Bélgica), sus áreas de negocio van del aspecto más patrimonial al procesado de madera, su transformación en pulpa y energía (renovables y bioenergía). Pues bien, lo primero que llama la atención es que en el resumen de las cifras más notables aparece, además del EBIDTA, y demás ratios financieros… el llamado beneficio climático, medido en el balance del carbono capturado menos el emitido. Esta cantidad, según la compañía, equivale a las emisiones anuales de los automóviles en todo el país. En definitiva, la compañía no es que sea neutral en cuanto al carbono emitido, sino que captura más carbono del que emite. Esta circunstancia conviene resaltarse, sobre todo viendo como algunas organizaciones realizan la contabilidad del carbono. Además, muestra de forma clara las líneas fundamentales de su estrategia futura, y la tercera ellas se refiere a la optimización de la conservación de la naturaleza. Es decir, manifiestan su voluntad de compatibilizar las cortas (mejorando la eficiencia de su gestión) con la protección del medio ambiente. Esto se justifica (siempre según dicho informe), entre otras actuaciones, con algunas cifras que dan una idea de cómo es su manejo: por cada árbol que cortan plantan dos, y toda la superficie forestal que gestiona están certificada por PEFC y FSC.
Se puede seguir glosando este informe, a mi juicio modélico, pero quisiera acabar esta entrada lamentando que este tipo de industrias no tengan sitio en España. Siempre he pensado que un problema grave del sector forestal (a diferencia, por ejemplo, del agrícola y ganadero) es la ausencia de grandes empresas en un entorno de competencia. Es preciso insistir que estas grandes empresas, bien gestionadas, dinamizan el rural proporcionando riqueza a las comunidades locales. Volviendo con el ejemplo de SCA, la mayor parte de las propiedades y fábricas de SCA se hallan en zonas con poca población (el norte de Suecia)…e incluso con biofábricas de celulosa…al borde del mar… sin que nadie se lleve las manos a la cabeza. Aquí, por el contrario, tenemos una industria escuálida, con tamaños muchas veces no competitivos, atosigada por normativas extravagantes y con una parte de la opinión pública contaminada con falacias sobre algunas de estas industrias. Se pueden colocar nombres rimbombantes y contradictorios a Ministerios y demás instituciones, pero si se quiere mitigar el despoblamiento en el rural no se puede ir en contra de ciertas industrias. Urge, por tanto, una estrategia clara de apoyo a este sector productivo rural que, sin esperar el nacimiento de empresas del tamaño arriba descrito, sí puedan ser vivero para minimizar el abandono en el medio rural.