Beethoven no es el piano, sino la música, arpa intangible que nos ha legado el misterio. Francisco Umbral: Trilogía de Madrid
Me voy a referir a un concepto bastante polisémico y que ha tenido, y está teniendo hoy en día un empleo en el ámbito forestal bastante más amplio de lo que cabría suponer, y con connotaciones diferentes a las de otras disciplinas. Si partimos de su definición más directa (algo que no puede o debe tocarse), ya aparece una llamada a diversos servicios ecosistémicos asociados a los sistemas forestales. En efecto, desde hace mucho tiempo se maneja un conjunto de acepciones que, en síntesis y dejando algunas matizaciones a un lado, se refieren básicamente a lo mismo: el uso múltiple del bosque, la multifuncionalidad, las externalidades positivas, algunos servicios ecosistémicos y, obviamente, los intangibles. Es decir, se intenta caracterizar aquellos servicios que no se pueden materializar ni presentan una cuantificación fácil. En cierta forma es una especie de comodín, porque es un adjetivo que se presta a muchas dimensiones: beneficios intangibles, pérdidas intangibles, capital intangible, valores intangibles, “commodities” intangibles, recursos intangibles, activos intangibles, etc.
Por otro lado, se tiende a diseñar clasificaciones que sean perfectamente binarias, en el sentido que si, por ejemplo, un determinado producto es calificado como un, obviamente, bien tangible, no puede albergar ningún atributo que se relacione con lo intangible. Pues bien, ello no es siempre así, y existen numerosas excepciones al respecto. Tomando la madera como un caso concreto y fácil de pensar, todo el mundo puede pensar que es un prototipo de un bien tangible y, además, con fácil intercambio en unidades monetarias. Sin embargo, también puede incluir ciertos aspectos intangibles. Por ejemplo, ¿qué pasaría si los consumidores apreciaran el origen de la madera? Es decir, si pagarían más dinero por comprar un metro cúbico que se haya cortado en un monte determinado, bien sea por la calidad, por las propiedades tecnológicas o por otras razones (v.gr., “Pino de Valsaín”). Fácilmente se puede apreciar que existen propiedades que se asignarían al territorio de los intangibles. Más adelante volveré a esta idea.
Otro ejemplo muy claro de la importancia de lo intangible se puede apreciar en muchos ejercicios de valoración, a diferentes niveles. De forma bastante común se suele asociar el uso de determinados métodos de valoración ambiental a la existencia de intangibles. Por ejemplo, aspectos recreativos, de conservación de la biodiversidad, etc. se pueden considerar como ciertos intangibles y se recurre a técnicas como pueden ser las basadas en las preferencias declaradas para conseguir obtener un determinado valor. Pero si nos centramos en un determinado predio rural, es fácil encontrar casos donde su valor de mercado, entendido como aquel que ha fijado la cantidad acordada por comprador y vendedor para la transacción, es muy superior a la suma de los valores asociados a los servicios ecosistémicos de provisión vinculados a esa finca. ¿Qué ocurre entonces? Pues dejando a un lado episodios inflacionistas esporádicos, lo que suele ocurrir es que existen atributos no recogidos en la contabilidad de las fincas y que son apreciados por los agentes económicos implicados en la negociación. Esos atributos se pueden asimilar a una forma de intangible muy utilizada en el ámbito de la empresa: el fondo de comercio o “goodwill”, que sería algo así como la cantidad que una empresa paga por otra más allá del valor de sus activos. En el ejemplo que he puesto nos encontraríamos con que un posible comprador valora intangibles asociados de la finca que no tienen nada que ver con el valor de las producciones asociadas a la misma. Un ejemplo muy ilustrativo sería el llamado autoconsumo ambiental, donde un propietario privado de una finca forestal tiene el disfrute de ciertos servicios ecosistémicos, ese disfrute es excluyente (ningún otro ciudadano lo puede tener) y, encima, lo puede legar a sus herederos. Convendrán conmigo que, aunque se pudiera cuantificar en un sobreprecio del valor de la finca, constituye un ejemplo claro de otro recurso intangible.
Y ya que se introduce en el análisis conceptos como el valor, no cabe duda de que existen numerosos intangibles asociados a percepciones de este vinculados a un sistema forestal: desde un valor sentimental (individual o de grupo), hasta un determinado valor recreativo, otro asociado a la contemplación de un paisaje, e incluso algunos valores artísticos o incluso simbólicos. Todos ellos están asociados a intangibles, pero existen ejemplos mucho más conspicuos: desde los beneficios intangibles que aporta el arbolado urbano en las ciudades hasta los famosos créditos asociados a diversos servicios ecosistémicos, como el carbono. La lista se podría acrecentar mucho más (no he hablado de aspectos asociados a valores científicos, a posibles proyectos de innovación a desarrollarse en el caso analizado, etc.), pero también conviene precisar que existe una componente dinámica, motivada por diversas razones, que van desde la propia evolución de las masas forestales hasta los cambios de preferencias que se constatan tanto a nivel individual como a nivel de sociedad.
No obstante, y después de esta casuística quisiera acabar esta entrada centrándome en ciertos intangibles bastante comunes a nivel forestal que, a mi juicio, no están muy imbricados ni en la gestión ni en las contabilidades asociadas a diferentes servicios ecosistémicos. El primero tiene que ver con ese intangible que se llama la herencia cultural vinculada a ciertos montes. Incluso existen convenciones internacionales auspiciadas por la UNESCO que pregonan medidas para salvaguardar este intangible que toca directamente a aspectos como el conocimiento y las prácticas asociadas a ciertos bienes y servicios existentes. Conforme se incremente el despoblamiento rural, más riesgo existe que se pierdan costumbres, tradiciones y vínculos ancestrales de los ciudadanos con los sistemas forestales. Se debería hacer más hincapié sobre estos temas en algunos documentos de gestión. Otro ejemplo sería el intangible asociado al valor delegado vinculado a imágenes, vídeos, fotos con el teléfono móvil, etc. ¿no se debería articular alguna forma de que el sistema forestal internalizara al menos parte de este valor? Además, y relacionado con ciertos intangibles ya mencionados, creo que se impone no considerar modernas “commodities” como el crédito de carbono como una especie de marca blanca: todos presentan el mismo valor otorgado por el mercado (o el pseudomercado) correspondiente. La pregunta sería: ¿no podría pagar más dinero una empresa interesada en estos créditos según el origen de estos? ¿no podría pagarse más por un crédito generado en un monte emblemático que por una plantación con una especie de crecimiento rápido realizada tras un incendio? Todas estas hipotéticas cuestiones quedan sobre la mesa, pero vienen a señalar que lo intangible igual es más relevante y que abarca más aspectos que los previstos inicial y tangiblemente.