Lo inesperado de una crisis como la que estamos padeciendo hace que sea prácticamente imposible hacer a estas alturas un análisis concluyente, tanto porque no se vislumbra el final, como por las indeterminaciones en las condiciones futuras subyacentes. Sin embargo, sí que se pueden apuntar algunos comentarios sobre ciertas actuaciones que se han producido hasta la fecha, así como posibles consecuencias y efectos que está teniendo esta pandemia en el ámbito forestal.
Si he puesto en el título sector forestal es porque, en primer lugar, quiero comentar algunos hechos relacionados con las industrias basadas en la madera. Creo que su importancia ha quedado demostrada en la crisis, sobre todo si nos referimos a la industria del papel. Incluso creo que los argumentos para clausurar por intereses espurios cierta instalación emblemática se han quedado debilitados tras estas semanas de confinamiento. No se puede lanzar un discurso oficial basándose, entre otras ideas fuerza, en la bioeconomía, y despreciar fábricas que hay en España y que permiten un cierto abastecimiento de productos que se han comprobado que son esenciales.
Por otro lado, si se realiza una comparación entre dos sectores muy cercanos, y que inexplicablemente siguen separados en dos ministerios, cualquiera puede comprobar a través de las agendas oficiales que, mientras el Ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación se ha reunido con las industrias agroalimentarias para evaluar el impacto del COVID 19, este tipo de contactos parecen ausentes en la agenda oficial del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Ojalá pudiera decir que estoy equivocado, y que desde ese Ministerio se apoya sin ningún tipo de vacilaciones a estas industrias, pero la trayectoria de los últimos meses me hace ser escéptico al respecto. Esta diferencia de trato resulta sumamente perjudicial para un sector clave en el desarrollo rural.
Siguiendo con las industrias de la madera y el mercado, ya se empiezan a notar los efectos tanto en el comercio exterior como, por ejemplo, en las subastas que se han realizado en España durante el primer trimestre, como acertadamente afirmaban ayer desde MADEREA. Aunque las vacilaciones existentes en relación con los procedimientos para realizar los aprovechamientos forestales en esta época podrían tener alguna influencia en ese descenso, lo que parece probable es que la demanda se va a resentir al menos en los próximos meses. Esperemos que el necesario compromiso entre las actuaciones selvícolas y el rendimiento económico de los aprovechamientos se resuelva de la mejor manera para todos los actores implicados.
Por otro lado, también causa tristeza que, en una época con unos desplazamientos reducidos a la mínima expresión, algunos de los accidentes mortales se produzcan por percances con, por ejemplo, jabalíes. Aunque algunos desde las ciudades los sigan viendo con una desmesurada simpatía, es necesario recalcar que constituyen una plaga en numerosas provincias, y que, además de causar numerosos destrozos, cada vez están más implicados en accidentes con percances humanos.
Finalmente, quisiera pedir que el mensaje oficial de la nueva normalidad centrado en retomar una nueva visión de la economía, centrada en la circularidad, en las energías renovables, en la bioeconomía, no vea al ámbito forestal productivo como un enemigo, sino como un cooperante necesario e imprescindible si se quiere apostar por el desarrollo en el medio rural y afrontar con garantías el reto demográfico. Todo lo que sea excluir a estos actores va en detrimento de los pretendidos objetivos a alcanzar en esta dirección.