PNACC y sector forestal

Hace unos días el Consejo de Ministros ha aprobado el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) para la próxima década. Reconociendo la importancia de medidas que promuevan la contención tanto de los posibles impactos provocados por el cambio climático como de potenciales vulnerabilidades presentes en los distintos ecosistemas ante esta amenaza, en esta entrada no se pretende realizar una valoración global del mismo, ni su posible encaje con otras medidas, ni tampoco de su memoria económica. El motivo de esta entrada radica exclusivamente comprobar cómo se ha resuelto el encaje del sector forestal en este Plan, teniendo en cuenta que estamos hablando de una normativa que afectaría a más del 55% de la superficie del país. Para situar al lector en el contexto que nos ocupa, el PNACC establece 18 ámbitos de trabajo distintos (uno de ellos se denomina “Forestal, desertificación, caza y pesca continental”), y 81 líneas de acción encuadradas en dichos ámbitos, amén de otras 8 transversales. Con el fin de evaluar la evolución temporal del progreso de las medidas propuestas, así como del propio cambio climático se ha propuesto una lista de inicial, y ya reconocida como incompleta, de 30 indicadores de impacto, de los que 3 son claramente de carácter forestal. 

Desconozco las razones para tomar la división de ámbitos de trabajo propuesta, además de las estrictamente operativas, pero creo que la idea de dividir el mundo rural en diferentes compartimentos estancos no parece lo más adecuado. Digo esto porque otro ámbito de trabajo se denomina “Patrimonio natural, biodiversidad y áreas protegidas”. Hay muchos más ejemplos, pero, centrándome en uno, sustraer del ámbito forestal las áreas protegidas y el patrimonio natural supone desnaturalizar la multifuncionalidad innata a los sistemas forestales. Probablemente se me escapan las razones que la justifican, pero llama mucho la atención esta clasificación. Y destaca no sólo por la nomenclatura y sus implicaciones, sino porque se aporta una matriz de interrelaciones en un contexto de adaptación al cambio climático entre los 18 ámbitos bastante sorprendente. No se ha explicado cómo se han obtenido los resultados de esa matriz (medidos en una escala ordinal: interrelación baja, media o alta) ni cómo se han agregado las preferencias de quién haya ponderado estas interrelaciones. Analizando los resultados correspondientes al ámbito forestal, destaca la comparación del ámbito forestal y del agrario en relación con otros dos: el patrimonio cultural y la industria y servicios. Se concluye que, en el caso forestal, la interrelación con estos últimos ámbitos es, en ambos casos, baja… pero esas mismas interacciones en el caso agrícola son altas. Resulta un tanto extraño este resultado, entre otras cosas porque a veces está tan imbricado lo forestal, agrícola y ganadero (en definitiva, lo agrario) que uno no puede entender cómo se pueden hacer esas comparaciones y obtener los resultados expuestos. Parto de la base que, para cualquier evaluación o valoración a nivel espacial, el todo tiene mucha más importancia que la suma de las partes, y aquí se está realizando una compartimentación bastante peculiar… obviando las interrelaciones entre los distintos ámbitos. Por poner un ejemplo sencillo en relación con lo que acabo de comentar, piénsese dónde y cómo se encuadraría un sistema silvoagropastoral. 

Por otro lado, el lenguaje utilizado es, en ocasiones, descuidado y poco consistente. Por poner un ejemplo muy evidente, se afirma en relación con un objetivo forestal: “Profundizar en el conocimiento sobre el impacto del cambio climático sobre los recursos forestales, incluyendo tanto los productos maderables como otros, teniendo en cuenta las afecciones sobre los bienes y servicios ecosistémicos”. Además del pobre lenguaje empleado, debo subrayar lo que es, a mi juicio, la constatación de que el MITECO no considera como servicios ecosistémicos a los de provisión (madera, productos forestales), lo que constituye un craso error, además de saltarse cualquier clasificación internacional al respecto. Parece, pues, que lo relacionado con objetivos de producción en al ámbito forestal no está muy bien resuelto. En esta línea, leyendo el PNACC, las menciones a la bioeconomía no son muy abundantes, pero, casual o causalmente, se habla exclusivamente de bioeconomía vinculada al sector agrícola (que no agrario) y alimentario. Es decir, que, a diferencia de las definiciones de bioeconomía que la UE proporciona, aquí se excluye que una bioeconomía de carácter forestal pueda tener una relevancia en procesos de adaptación. Dicho de otra forma: la bioeconomía de carácter agrícola puede influir positivamente en, por ejemplo, la generación de empleo el medio rural…. pero no la bioeconomía forestal. Y, claro, leer esto en un documento redactado desde el Ministerio que se ocupa de revertir el despoblamiento rural, resulta, al menos, curioso. Existen más ejemplos de estas cuestiones (por ejemplo, la diferenciación no explicada entre beneficios y cobeneficios), pero no pretendo alargarme más. 

Por último, la lectura de este documento me reafirma en pensamientos que me vienen a la cabeza viendo las acciones y omisiones de este Ministerio en relación con el ámbito forestal. Por decirlo de manera muy suave, no se actúa con la misma sensibilidad si se abordan cuestiones relativas a los servicios de provisión, que si se atienden a otros servicios ecosistémicos como los de regulación o de soporte. Parece incluso que se pretende un relato (a modo de ucronía) donde los sistemas forestales sólo son reconocidos por algunos servicios sin precio de mercado, y el resto de bienes y servicios no existen. La doble contradicción que subyace a esta línea de actuación es que, por un lado, igual tendría más sentido que no se separaran las competencias forestales de las agrícolas y ganaderas. Además, como he comentado anteriormente, si se pretende crear empleo en el ámbito rural no es precisamente la solución óptima despreciar la bioeconomía forestal. 

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