Plantaciones forestales y falsas disyuntivas

Cualquiera puede comprobar cómo se están produciendo en muchos países diversas iniciativas (tanto al oeste como al este de España) para apoyar programas de forestación por diversos motivos: de conservación, captura de CO2, de producción de madera, etc. Sin embargo, se han alzado voces alertando de que, a veces, estos proyectos pueden tener consecuencias no deseadas. Un ejemplo de esto es un reciente artículo en la revista Science vinculado a los peligros de planificar superficies para ser forestadas, para después dejarlas huérfanas de gestión en los años siguientes. También se insiste en este trabajo en la importancia de realizar las forestaciones en sitios adecuados, y que no implique reducir la oferta de tierra útil a los agricultores tierras para evitar una deforestación posterior. Estos riesgos no deberían utilizarse como una crítica general a la expansión de las plantaciones, dado que las condiciones de cada país pueden ser muy distintas. 

Decía el gran Mario Bunge que, a veces, la disyuntiva inteligencia/ingenuidad es más pertinente que la manida dicotomía izquierda/ derecha. Pues bien, resulta muy ingenuo pensar que con sólo plantar el objetivo perseguido ya está alcanzado. De la misma forma, no se debe contraponer la gestión (en todas sus dimensiones) en una nueva plantación frente a la gestión en masas no procedentes de plantación. Así, apostar por plantaciones NO implica no gestionar las masas tradicionales o nativas. De ninguna manera. Y ello tampoco debe suponer que toda la madera debe proceder exclusivamente de plantaciones. Eso sería, salvando unas grandes distancias, suponer que toda la oferta de pescado proceda de la acuicultura y que, de un día para otro, no se admita ningún pez pescado por métodos tradicionales y sostenibles. Siguiendo con este ejemplo acuícola, no se trata ni de abandonar a los alevines en las instalaciones marinas, ni aprovechar, sin respetar las leyes biológicas más básicas, las masas no artificiales. 

Con relación a las plantaciones, lo inteligente, desde el punto de vista de política forestal, sería encontrar un compromiso adecuado entre los dos extremos: no potenciar o incluso poner trabas a las plantaciones (lo que, por cierto, es la realidad española) a forestar por forestar sin prever lo que se va a hacer después y sin analizar si, previamente, los lugares previstos son o no adecuados para soportar este nuevo sistema forestal. Hoy en día se debe exigir mucho más cuidado a la justificación inicial de esa nueva plantación. Trayendo a colación un reciente titular, no se trata sólo decir que se van a forestar en Europa en los próximos diez años aproximadamente 300.000ha al año en 27 países, sino dónde se van a forestar, con qué especie(s) y, sobre todo, garantizar los tratamientos futuros adecuados para alcanzar los objetivos previstos. 

Todas estas actuaciones deben estar respaldadas tanto por señales procedentes del lado de la demanda, como por objetivos más transversales como puede ser el de la mitigación en escenarios de cambio climático (desde el punto de vista institucional, aspecto bastante mortecino en el caso español). Relativo a la primera, están apareciendo en los últimos meses estudios según los cuales los consumidores consideran a los envases realizados con productos derivados de la celulosa como los más amigables desde el punto de vista ambiental. Si a esto le unimos las campañas para reducir el empleo de plásticos, el resultado es una línea muy promisoria para el futuro de las plantaciones. Lo mismo se puede decir de la demanda futura de otros productos forestales, como la madera como elemento constructivo, sustituta de otros elementos cuya huella de carbono es mucho más elevada. Pues bien, para ambos casos es necesario pensar de dónde va a proceder la madera que se va a necesitar en las próximas décadas. Si se quiere construir con madera nacional, para que exista esa oferta futura hay (o mejor dicho, hubo) que apoyar una política forestal (no sólo de plantar, sino de promocionar usos futuros y actuaciones selvícolas que lo aseguren). Lo diré de otra forma: resultaría absurdo no realizar estrategias a largo plazo en productos que tardan décadas en estar disponibles desde que empieza el ciclo de producción. Si se realizan estrategias a décadas vista vinculados a objetivos relacionados con el cambio climático, ¿por qué no para la producción de madera?

En resumen, no conviene establecer disyuntivas falsas entre plantaciones y sistemas forestales tradicionales o entre apoyar o no la realización de forestaciones. Resulta imprescindible planificar de la forma más sensata posible los servicios ecosistémicos asociados a los sistemas forestales, teniendo presente la creciente importancia de ciertos servicios de provisión.

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