A la hora de estudiar, analizar, predecir, comentar y argumentar hechos relacionados con los sistemas forestales es necesario disponer de un conjunto de datos que presenten una cierta calidad. En esta, y otras entradas, se pretende fijar, desde un punto de vista subjetivo, algunas ideas básicas sobre algunas cifras vinculadas al ámbito forestal patrio, introduciendo comparaciones con otros países con el fin de contextualizar su importancia. El objetivo es simplemente ilustrar a alguien interesado y en ningún caso debe considerarse bajo un prisma normativo. Obviamente, habrá omisiones e incluso puede que errores, pero espero la indulgencia del lector para que corrija o complete lo aquí expuesto. Como bien afirma la cita que acompaña a esta entrada, los bosques son como adolescentes, y, al igual que ellos, siempre es complicado predecir su futuro teniendo presente su intrínseca multifuncionalidad.
Comenzando por lo más elemental, conviene recordar que España es un país forestal. Si atendemos a la superficie que ocupan estas formaciones, el último dato del MITECO nos indica que más de 28 millones de ha, de las que dos terceras partes (18,6 millones de ha) corresponden a superficie arbolada. La existencia de terreno forestal no arbolado ya indica que la frontera entre lo agrícola y lo forestal puede ser difusa. Así, algunas organizaciones (FAO, Banco Mundial) sólo consideran lo forestal como lo arbolado y, si acudimos a otros documentos oficiales del MAPA, basados en encuestas, la superficie forestal en 2022 roza los 19,5 millones de ha. En cualquier caso es ampliamente superior a las tierras de cultivo (menos de 17 millones de ha), y, a diferencia de éstas, presenta una característica distintiva: está creciendo año a año. Aunque el incremento mayor se ha producido en el período de 1990 a 2010 (4,6 millones de ha), en los últimos años se cifran aumentos de 117.000ha de 2019 a 2020 (MITECO) y de 53.000ha de 2021 a 2022 (MAPA). Este crecimiento es una constante en los países europeos, aunque presentando diversas tendencias en su evolución. Por poner dos ejemplos, mientras en Portugal se ha verificado a partir de 2015 (1,9% de crecimiento de la superficie forestal entre 2010 y 2015), en Suiza el crecimiento se ha concentrado a finales del siglo pasado y, desde entonces se ha estancado. Llegados a este punto, quisiera complementar esta realidad con los resultados del Eurobarómetro 91.3, de abril de 2019, donde se afirma que el 95% de los encuestados en España están de acuerdo o muy de acuerdo con aumentar la superficie forestal para compensar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Una vez afirmada su importancia y su tendencia, lo siguiente sería categorizar esa superficie, según varios atributos. Si atendemos a la propiedad, y siguiendo al MITECO, aproximadamente un 28% es público y un 72% es de naturaleza privada. Sospecho que este porcentaje es desconocido para mucha gente que disfruta de ciertas actividades de ocio y recreo en estos parajes. Si se quiere profundizar más en las características de la propiedad forestal, la información escasea, salvo para alguna figura especial de propiedad privada como, por ejemplo, los montes vecinales de mano común en Galicia (3.326 montes, y 663.000ha, para más de 118.000 comuneros). Siguiendo con otros tipos de propiedad privada, sería interesante explorar otras características de estas superficies. Así, no he encontrado guarismos en España sobre el número de explotaciones (por ejemplo, más de tres millones en Francia), ni de propietarios forestales (304.000 en Suecia, 620.000 en Finlandia, 760.000 en Alemania o más de 11 millones en USA), ni la superficie media de sus predios (30 ha en Finlandia o 34 ha en Suecia). Personalmente encuentro este dato mucho más importante que la cifra insustancial de la superficie forestal por habitante, que aparece en múltiples estudios. Sin embargo, y volvemos a la dicotomía forestal-agrícola, ese dato está disponible para la superficie agraria en España: según el INE, existen más de 880.000 titulares de las explotaciones agrarias. Por desgracia, debido probablemente a su escasa importancia, tampoco se ha cuantificado una figura muy importante en otros países (en Finlandia gestionan el 9% de la superficie forestal, o en Brasil, donde gestionan alrededor de 16 millones de hectáreas el 62% con carácter productivo) como es la superficie forestal vinculada a la industria forestal. En España se conoce que el mayor propietario es ENCE, que gestiona alrededor de 66.000ha. Por otro lado, creo que no existe ningún registro de propietarios que compaginen otras actividades agrarias con las forestales. Siempre me ha llamado mucho la atención que en la clasificación de las orientaciones técnico-económicas de la RECAN, no se haya considerado ninguna donde un propietario forestal pueda ser, además, titular de una explotación agrícola o ganadera. Como conclusión, no hay una categorización del propietario forestal al mismo nivel que otros integrantes del mundo rural.
Pasando a aspectos relacionados con la gestión de estas masas forestales, y siguiendo las últimas estadísticas publicadas, lo primero que debe resaltarse es la existencia de diversas figuras de protección en los montes españoles, que afectan al 40,6% de la superficie forestal. El grado de protección puede variar, y no se encuentra fácilmente disponible un indicador sobre la superficie total que se puede calificar como de reserva integral y/o, utilizando el término americano “sin carreteras”. Tampoco he encontrado un indicador de la superficie forestal que presenta como principal objetivo el de la conservación de la biodiversidad (no confundir con la existencia de una figura de protección). Por poner un ejemplo, en Australia más de la tercera parte del bosque nativo (46 millones de hectáreas) se gestiona bajo un objetivo de conservación. Yendo al lado más intensivo, las repoblaciones productivas suponen menos del 8% de la superficie arbolada. Además, algo más del 20% de la superficie forestal dispone de un documento de gestión (en Suecia, más del 60%), aunque no existe un censo sobre qué método de ordenación se aplica en cada caso. Sin embargo, no es fácil encontrar informaciones para cuantificar dicha gestión. Mientras que en otros países se estima la superficie que ha sufrido actuaciones selvícolas recientes (Suecia), bien por especie (Portugal) o bien dónde se han producido actuaciones de manejo forestal en los últimos 20 años (Suiza), no he encontrado informaciones homólogas para el caso de España. Si nos preguntáramos sobre la distribución de las formas principales de masa, con datos del año 2015 más de 1,5 millones de hectáreas se clasificarían como masas regulares, y menos de 70.000 se han asignado a masas irregulares. Los porcentajes asociados a estos números revelan una estructura muy diferente con respecto al promedio de los países europeos, donde la proporción de masas irregulares se acerca al 25%. Por otro lado, a diferencia de otros países, no se conoce la superficie por edades asociada a cada especie (no me refiero a las clases naturales de edad). Al no haberse medido esta variable en los distintos Inventarios Forestales Nacionales, se ha hurtado la posibilidad de poder realizar ciertos análisis. Por ejemplo, en el Reino Unido se sabe que de la superficie poblada con coníferas, poco más del 2% presenta más de 80 años, pero ese porcentaje sube a un 24% en las frondosas. Por último, y no menos importante, si se descartan problemas de doble contabilidad, un 15% de la superficie forestal arbolada que presenta un sello de certificación forestal (FSC/PEFC). Esa cifra está lejos de algunos países (por ejemplo, un 44% en el Reino Unido, o superando el 50% en Suecia), pero la tendencia es creciente.
Continuando con aspectos superficiales, un dato muy importante es la vinculada a los incendios forestales. A falta de los datos del año 2022, la superficie media forestal que ha ardido cada año en la década de 2011 a 2020 supera las 96.000 has. Particularmente, tengo bastante precaución a la hora de manejar estas informaciones porque se deben matizar en cada caso. Así, es preciso tener en cuenta que los incendios pueden ser recurrentes y que la intensidad o el daño que causan puede ser muy diverso incluso dentro de cada monte. No he encontrado estadísticas homólogas, pero sería interesante disponer de indicadores sobre el porcentaje de árboles vivos y parcialmente quemados después de un incendio, como ocurre en Portugal. A diferencia de otros países, como por ejemplo Canadá o Finlandia hasta 2015, tampoco he encontrado en España estadísticas inmediatas y anuales que dieran una idea las superficies afectadas cada año por distintos daños bióticos o, incluso, sobre cuanta superficie se corta. En algunos países este indicador produce comparaciones un tanto insospechadas. Así, en Estados Unidos se estima que las cortas finales ocurren anualmente en el 2% de la superficie forestal, mientras que los daños bióticos y abióticos (incluyendo los incendios) llegan al 3%.
Aunque me podría extender en otros aspectos, quisiera resaltar una actividad de gran importancia en España, como es la caza. Siguiendo las últimas estadísticas publicadas, los terrenos cinegéticos exceden con mucho la superficie forestal (más de 43 millones de hectáreas), y volvemos a la interfaz agrícola-forestal, pero no he podido discriminar mejor este dato tan relevante. Lo que sí se puede colegir es que es una cifra más importante que la de otros países. Por ejemplo, en Portugal el porcentaje de superficie donde se puede practicar esta actividad es menor, aunque alcanza el 76% del territorio. Finalmente, he intentado infructuosamente completar esta entrada con otras informaciones relativas a superficies vinculadas con lo forestal, como lograr la superficie total del arbolado urbano (incluyendo bosques periurbanos) en España.