Loa a la persistencia

De entre los principios básicos de la gestión forestal, hay uno que quizá sea el más desconocido por los no profesionales en estos temas. Me estoy refiriendo a la persistencia, o condición según la cual la gestión asegura que la superficie forestal que se está explotando en la actualidad permanezca cubierta de árboles en el futuro. Es decir, y con independencia de períodos donde se puedan realizar cortas finales, al final del período indicado para la planificación no debe descender (sí podría aumentar) la superficie forestada. Esta idea la define claramente Mackay (1944) cuando distingue que, si hay cortas previstas y justificadas, no se interrumpe la idea de persistencia. No obstante, es necesario apuntar, que este concepto (como el de sostenibilidad) nace en los albores de la ciencia forestal, y hay múltiples referencias en la literatura publicada durante los siglos XVIII y XIX. Un buen resumen lo incorpora Judeich (1904) en su manual, donde habla expresamente de “explotación persistente” y destaca que el suelo debe estar constantemente dedicado a la “producción leñosa”. En la actualidad, cuando se utilizan modelos de optimización para diseñar una determinada planificación forestal estratégica, siempre se introduce una condición para asegurar que el inventario existente al final del período considerado sea igual o mayor que el actual. Es decir, se introduce este concepto de forma indirecta en la modelización.

Sirva esta introducción para situar temporalmente el origen de este concepto que está imbricado en las acciones de los técnicos forestales, pese a que continuamente aparecen noticias o comentarios que lo ponen en cuestión por visiones cortoplacistas, erróneas o, a veces, simplemente malintencionadas. Es decir, cuando se está produciendo una corta final en un monte gestionado (para que quede claro: con una planificación visada por la autoridad que tiene competencias al respecto) no se está “deforestando”, no se está produciendo “un atentado ecológico” o no se están realizando “talas indiscriminadas”, por señalar algunas de las múltiples “fakes” que adornan noticias o entradas en diversas redes sociales. Incluso recientemente algún famoso meteorólogo se ha alarmado al observar cómo hace su trabajo la maquinaria forestal. Extraña y desgraciadamente, con casi ningún coste reputacional al respecto. En resumen, poner en el disparadero a un técnico por realizar una corta prevista, y de un modo tal que la sostenibilidad de su actuación está asegurada, es como si a un cirujano se le cuestiona por utilizar un bisturí. 

Creo que nadie en su sano juicio cuando ve que se riega un cultivo agrícola no piensa en que se atenta contra las condiciones de la cuenca hidrográfica o que se está fomentando la desertificación. Del mismo modo, también se acepta que existen ciclos de producción en los ámbitos agrícolas o ganaderos, por poner ejemplos bien sencillos. Pues bien, estas ideas en el ámbito forestal no son aceptadas por muchos iluminados. Quizá la dilatada duración de los ciclos pueda ir en contra de comprender correctamente este hecho, pero parece que cualquier legítima acción que promueven o desarrollen los forestales tiene que estar permanentemente cuestionada. Estos dislates no los veo en juicios similares para ninguna otra profesión (no me imagino esta actitud, por ejemplo, con los profesionales sanitarios), pero la realidad es que la ciencia se ve superada por posturas interesadas, maniqueas, manipuladas y que pretenden, en ocasiones, imponer unas motivaciones acientíficas, amorales e, incluso, alegales.

Por ejemplo, aquellos furibundos defensores de lo que se conoce como “rewilding” deberían tener claro que practicar cortas finales en las unidades de manejo previstas, de acuerdo con principios técnicos aceptados desde hace siglos no implica poner en peligro ninguna especie animal ni atentar contra su supervivencia. Quien no lo quiera entender, sólo tiene que mirar las estadísticas de la madera que se ha aprovechado en los últimos 100 años en montes del Sistema Central y el aumento que se ha producido en los censos de ciertas especies emblemáticas que presentan algún grado de amenaza. Paradójicamente, se está empleando el término persistencia para hacer referencia al mantenimiento de especies autóctonas en espacios urbanos (“urban rewilding”), luego resulta mucho más natural aplicar esta idea con relación al manejo forestal, que es donde ha nacido y se ha perfeccionado. 

Por otro lado, creo que la persistencia no es equivalente a la sostenibilidad, por mucho que documentos oficiales recojan conceptos como “persistencia sostenible”, o el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (GEI) defina la sosteniblidad como la persistencia a nivel espacial. La persistencia es una condición sine qua non previa a la considerar si una gestión es o no sostenible. Una vez lograda la persistencia, se podrá evaluar la sostenibilidad en función de los distintos pilares unánimemente admitidos. O, dicho, de otra forma, si se pone en riesgo un determinado sistema forestal (incendio, plaga), un objetivo sería evaluar qué alternativa de gestión es la más sostenible, pero asegurando siempre su persistencia. Finalmente, resulta interesante apuntar la opinión de algunos stakeholders sobre la idea de persistencia. No he realizado un estudio exhaustivo al respecto, pero, en las encuestas que desde el grupo de investigación al que pertenezco se han realizado a distintos stakeholders, siempre ha aparecido una notable percepción sobre la persistencia, entendida ya no exclusivamente como producción de madera, sino como asegurar los múltiples servicios ecosistémicos que proporciona en la actualidad el monte analizado. Esta misma idea aparece en un artículo muy reciente, donde se concluye que, en escenarios de adaptación futura al cambio climático en British Columbia, lo que más les preocupa a diversos stakeholders es la integridad y la salud futura de estas masas comerciales (o sea, su persistencia). Es decir, les preocupa el riesgo de adoptar medidas para mitigar el cambio climático, y que éstas puedan afectar a las condiciones que actualmente se consideran aceptables en cuanto a toda la oferta de servicios ecosistémicos asociados a estas masas.

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