En los últimos tiempos es fácil leer o escuchar opiniones relativas a problemas asociados con la gestión forestal que involucran soluciones con una palabra mágica: “selvicultura” (o, “silvicultura” para otros). Si se habla de estrategias a futuro, sale esta palabra, cuando se discute sobre incendios, se señalan carencias sobre la selvicultura aplicada, si se objeta que es mejor una especie que otra, también se aduce que falta selvicultura. Por otro lado, ante escenarios de cambio climático se demanda una selvicultura apropiada, si se quiere innovar en cuanto a los tratamientos selvícolas a promover en un sistema forestal se habla de selvicultura adaptativa. Otros autores hablan de selvicultura micológica, o de selvicultura preventiva, asociada a los incendios forestales.
Pues bien, esta proliferación de matices en cuanto a esta acepción denota varios aspectos que merecen ser destacados. En primero es que, como es lógico pensar, si los sistemas forestales presentan o pueden presentar unos objetivos de gestión muy diferentes a los que se habían propuesto inicialmente, los tratamientos selvícolas se pueden modificar tanto en el tiempo como en el espacio, luego es perfectamente comprensible que si los objetivos son, hoy en día, mucho más diversos que hace unas décadas, la selvicultura haya evolucionado para encontrar los tratamientos más adecuados para cada especie y objetivo. La segunda cuestión a resaltar es que uno puede encontrarse ya una especialización muy notable en esta disciplina, fruto del avance de los conocimientos que ha experimentado esta disciplina en los últimos años. En efecto, en muchos aspectos de la ciencia forestal en nuestro país se dispone hoy de modelos, técnicas y, en general, know how perfectamente homologable al de otro país avanzado.
Sin embargo, y esta es la paradoja que alimenta esta entrada, no podemos cuantificar la aplicación de todo este conocimiento porque se dispone de muy pocos datos que nos permiten sacar conclusiones al respecto. Es decir, salvo error u omisión por mi parte, no abundan datos o estadísticas que nos permitan obtener y comparar indicadores cuantitativos relacionados con las actividades selvícolas en los montes españoles. Ni en las estadísticas forestales españolas ni en otras páginas web oficiales se dispone de datos básicos al respecto (por ejemplo, gasto selvícola por ha según especie). En esta tesitura, pudiera pensarse que, si no hay estadísticas oficiales al respecto, el esfuerzo inversor es muy reducido. Sin embargo, merece la pena destacar el estudio anual que ASEMFO publica y donde se pueden obtener unos datos generales y por CC.AA. Dado que no está claro si se incluyen datos de inversiones en montes privados, simplemente voy a mostrar un dato: las inversiones en selvicultura que ha realizado en el año 2015 la Administración del Estado superan ligeramente los 3 millones de euros y la de las CC.AA., como 90 millones de euros. Si dividimos esta suma entre la superficie forestal, sale poco más de 3,3€ por ha en ese año. Soy consciente que esta aproximación es muy simple, pero el valor obtenido puede ser ilustrativo. Por ejemplo, ¿es equiparable a otras inversiones en otros recursos renovables? ¿cuál sería el resultado de un ejercicio similar en distintas explotaciones agrícolas en España, incluyendo subvenciones comunitarias?
Por otro lado, la realidad nos muestra que, en muchas ocasiones, no se están realizando los tratamientos selvícolas necesarios, ni de mejora ni de regeneración. Una explicación inicial a este hecho pudiera ser el poco apoyo que se recibe de fondos públicos, tal y como se acaba de ilustrar con el dato anterior. Pues bien, creo que resulta imprescindible que la sociedad tome conciencia que sin una apuesta decidida por apoyar estas intervenciones, no se puede alcanzar unos niveles aceptables en la gestión de muchos montes españoles, con los efectos perniciosos que esto conlleva. Y, por si alguien lo está pensando, la iniciativa privada no es suficiente, con independencia de la propiedad del monte en cuestión. Dadas las externalidades positivas asociadas a los sistemas forestales, este tipo de apoyos debería ser mucho mayor y, además, como he comentado anteriormente, serviría para llevar a la práctica avances que se están produciendo en distintos Centros de Investigación de nuestro país.