Si uno observa la foto fija de los mercados de ciertos productos forestales en los últimos meses, puede llegar a la conclusión que es un buen momento para acometer nuevas forestaciones. El precio de la madera para sierra se encuentra en máximos históricos, y el de la celulosa parece situarse también en valores elevados. Además, si consideramos otra nueva commodity asociada a estos sistemas forestales (el carbono) y tomamos un proxy de este precio (recordemos que en España no se promueve la existencia de estadísticas oficiales al respecto), el valor de los EUAs sigue una tendencia monótonamente creciente sin llegarse todavía a vislumbrar un cambio en la misma. Aunque no se debe mirar sólo dicha foto fija, parece claro que al menos la última de las razones está animando a que se aumenten las forestaciones con objetivos más o menos múltiples, pero justificados por la captura de carbono que realizan. En efecto, una empresa siempre preferirá pagar, por poner un ejemplo, 24€/tCO2 a un precio fijo… que comprar en este año créditos en el mercado europeo que ahora mismo duplican dicho precio.
Entrando en materia, me parece fantástico que se revitalicen zonas con nuevas forestaciones o que se restauren zonas dañadas, con todas las externalidades positivas que conlleva el proceso: trabajos forestales, viveros, técnicos, seguimiento de estas para asegurar su correcta gestión, mejora de los ecosistemas y, en definitiva, desarrollo en el rural. Sin embargo, en los últimos meses me llama mucho la atención cómo se están publicitando algunos de estos proyectos. Está claro que todo ayuda en el ámbito de la mitigación, pero las unidades que se manejan no son las habituales y dudo que algunos de estos proyectos tengan un impacto mínimamente significativo tanto en las emisiones a nivel nacional como en la contabilidad ambiental de las empresas que compran el carbono asociado a algunos de los proyectos incluidos en el Registro de huella de carbono, compensación y proyectos de absorción de dióxido de carbono del MITECORD (de ahora en adelante, Registro).
Por aclarar los términos, conviene recordar que las tierras forestales capturan, más o menos el 10% de las emisiones anuales que se producen en España. Es decir, más de 30 millones de toneladas. Es decir, hay forestaciones posteriores a 1990 que son las responsables de esa cifra, por cierto, bastante respetable. Si ahora comparamos los últimos datos del citado Registro, vemos que las forestaciones contabilizadas hasta enero de 2021 suman 887,5 ha (357ha en el año 2020), y, haciendo un cálculo rápido, no creo que supongan más de 6.000 toneladas de carbono al año. Ello supone, aproximadamente, el 0,02% del total. Es decir, a nivel macroeconómico, su impacto es testimonial. Sin embargo, si uno observa cómo se venden dichos proyectos, parecería que estas nuevas forestaciones patrocinadas por algunas empresas son los responsables de ese 10% de las emisiones totales que se compensan. Pues bien, la realidad es la inversa. Hay una superficie forestal anónima que es la verdadera responsable de estos millones de toneladas de carbono. Por desgracia, no se recogen en las estadísticas, no se hace marketing con ellas, al estar en el medio rural algunos urbanitas directamente las ignoran (o las desprecian) y parece que los medios de comunicación sólo se fijan si están asociadas a grandes empresas o van de la mano de ciertos grupos sociales. Al hilo de todo ello, quiero recordar que las unidades en que se computan estas forestaciones incluidas en el Registro son, obviamente, tCO2, y hectáreas. Es decir, no hay contabilización por número de árboles, pero es muy habitual que se intente promocionar una nueva forestación de este estilo hablando de miles de árboles. Desafortunadamente esos lectores que se maravillan con esos números no tienen claro cuántos árboles hay por hectárea ni cuantas hectáreas se reforestan en España cada año. Por otro lado, si pensamos a nivel de alguna multinacional que opera en España, y que está involucrada en estos proyectos forestales, las cifras que suponen las posibles reducciones de carbono asociadas a los mismos son muy reducidas. De hecho, alguna de ellas ni siquiera las recoge en detalle en su página web.
Por todo ello ese anonimato al que me he referido debería eliminarse. Así, con el fin de incrementar la visibilidad de las forestaciones no inscritas en este Registro, sería preciso que se supiera cuáles son, qué propiedad presentan, y qué especies son las responsables de estos millones de toneladas de carbono anuales. Ya es bastante aberrante que el Estado no compense a la propiedad por este servicio ecosistémico pero, es que, además, parece que se quiera ocultar este hecho. Como ya he comentado en alguna ocasión, el Anuario de Estadística Forestal no estima conveniente publicitar esta información, aunque fuera en términos agregados. Sin embargo, sería muy necesario, en aras de promover una información más veraz y una visión más justa del medio rural. Por ejemplo, no se sabe, de ese total, cuántas toneladas de carbono capturan las plantaciones de eucalipto. Entiendo que algunos practicantes de cierta xenofobia botánica no les interese, pero si alguien pretende obtener una visión completa de los pros y contras de una determinada especie botánica debería disponer de toda la información existente. En definitiva, y para concluir, la información pública debería ser similar de las 6000 toneladas asociadas a los proyectos incluidos en el Registro que de los otros 30 millones de toneladas de carbono que capturan en España anualmente las masas forestales susceptibles de ser contabilizadas.