A veces las cabeceras grandilocuentes sirven para inducir conclusiones que no están bien justificadas. Ya afirmaba la escritora brasileña Clarice Lispector: «Sólo leí el titular, me negué a leer el texto. Me niego a leer el texto del mundo, los titulares me hacen montar en cólera». Esto es bastante común en el ámbito forestal, donde vende mucho más los problemas (sequías, plagas, madera ilegal, etc.) que las noticias relacionadas con, por ejemplo, algunas externalidades positivas asociadas a los sistemas forestales. En esta línea, hace pocos días ha aparecido un artículo en la revista Nature [Abrupt increase in harvested forest area over Europe after 2015 ] donde, a través de informaciones procedentes de la teledetección, se efectúa una estimación de las cortas que se han producido en 26 países de Europa en los últimos años (2016-2018). Los resultados muestran que, en términos agregados, estas cortas son muy superiores a la media de los años anteriores (2011-2015). La conclusión que sacan los autores es que este incremento en los aprovechamientos se debe a un aumento de los mercados (incluyendo la biomasa) y que, de proseguir esta tendencia, se ponen en riesgo objetivos comprometidos por la UE relativos al papel que juegan los bosques en cuanto a la mitigación del cambio climático. Aquí está el supuesto problema que han detectado los autores de este trabajo.
Ya he leído comentarios de prestigiosos investigadores y consultores en otros países (incluso la agencia forestal sueca) poniendo en duda los resultados y las conclusiones de este artículo. No conozco en detalle toda la realidad forestal europea ni he trabajado los datos asociados a este trabajo. Por estas razones, y por un mínimo principio de presunción de inocencia científica no lo voy a descalificar. Sin embargo, sí que me interesa reproducir literalmente lo que, de forma sorprendente, se dice sobre España: “Owing to the specific characteristics of this country, which is largely covered by unevenly aged forests that are managed through a single tree selection system, the GFC maps can only partially reproduce (r = 0.44) the trend reported by harvest removal data ”. Sin entrar en cómo, según los autores, se definen los sistemas forestales y su gestión, las selviculturas empleadas y cuáles son las especies con mayores aprovechamientos anuales, se concluye que, a diferencia de otros países, no existe una alta correlación entre el modelo planteado y las series de cortas existentes. En esta línea, comprobando a título de ejemplo los últimos datos de Galicia, la CC.AA. donde se realizan más cortas finales, los datos oficiales hablan de un descenso de 2019 sobre 2018 en cuanto al volumen de madera cortada mientras que la superficie media que se aprovecha es muy inferior a la que señalan los autores del artículo publicado en Nature. Es decir, que las conclusiones de ese estudio no resultan apropiadas para la realidad forestal española.
Sin embargo, viendo la forma en la que se difunden los titulares de prensa sin entrar en el fondo de los trabajos científicos, lo que me preocupa que se intente mandar un mensaje a la opinión pública que cortar madera es contraproducente y que se está cortando madera a unas tasas que no aseguran la persistencia del recurso. Los datos oficiales de España hasta ahora no muestran esta tendencia y las cortas anuales suponen un porcentaje siempre inferior al crecimiento anual de las especies madereras con mayor aptitud comercial. Las razones para desnaturalizar, descontextualizar y hasta vilipendiar las cortas se pueden deber a múltiples razones, pero en lo que existe un amplio consenso es que, con ciertas restricciones, el aprovechamiento forestal puede ayudar a cumplir retos futuros relacionados con, por ejemplo, la economía circular. Resulta indudable que cortar madera siguiendo ciertas pautas aceptadas dentro del paraguas de la gestión forestal sostenible fomenta la utilización de materias primas de proximidad en vez de importarlas de otros países con su correspondiente huella ecológica.
Frente a la polvareda que ha levantado este artículo científico, quiero contraponer los, también muy recientes, resultados de un informe patrocinado por la confederación europea de la industria del papel (Cepi) donde se insiste en la coexistencia del aprovechamiento de las masas forestales y el cumplimiento de estrategias de mitigación del cambio climático. En esta línea, nos recuerdan cifras muy jugosas. Por ejemplo, que entre 1990 y 2015, la superficie forestal europea aumentó un 8%, que el stock de volumen lo hizo en casi un 30% o que, desde el punto de vista de la mitigación, los sistemas forestales compensan un 20% de las emisiones de combustibles fósiles anuales en la UE. La pregunta que nos deberíamos hacer es porqué estos datos no suelen aparecer en los titulares de prensa vinculados al ámbito forestal.