He sido testigo de una conversación muy interesante entre dos jóvenes Doctores, ya con trayectorias investigadoras sólidas y encauzadas, que se han puesto de acuerdo en solicitar un proyecto de investigación en una convocatoria nacional. Ambos irían como investigadores principales, y, a la hora de tomar decisiones sobre elaborar la propuesta, surgen diferencias debido fundamentalmente a la cultura investigadora adquirida por cada uno de ellos (uno formado en España, otro recién retornado del primer mundo). La idea sería proponer un nuevo modelo participativo de gestión forestal, hibridando nuevas técnicas y metodologías en aras de proponer soluciones a los desafíos presentes ante el problema del cambio climático. Tienen claro los objetivos del proyecto, pero esas diferencias culturales complican llegar a los consensos necesarios.
Así, A (el Doctor formado fuera) insiste en ser muy conciso y directo en sus explicaciones, argumentando el coste de oportunidad que supone elaborar esta propuesta. Para ello propone un título y unas palabras clave muy precisas, centradas en la gestión forestal y el desafío actual y futuro del cambio climático, y con conceptos técnicos avanzados. Por el contrario, B (el Doctor formado en España) arguye que su Director de Tesis es un hacha en estos menesteres y propone adornar el título con lo que llama CPCs (“Comodines Políticamente Correctos”). Así el título, el resumen y las palabras clave están plagadas de términos como “sostenibilidad”, “resiliencia”, “gestión inclusiva”, “ODS”, “circularidad”, “bioeconomía”, aunque el proyecto no aborde en profundidad ninguno de dichos ítems. Además, propone eliminar cualquier alusión a las “plantaciones forestales”, no vaya a ser que algún revisor les tenga la tirria típica de algunos fanáticos, a ciertas técnicas y a cualquier referencia a aspectos económicos, que parece no están bien vistos en sectores oficialistas. El consenso se complica porque A no concibe dar importancia a aspectos sólo porque sean “hot topics”, a menudo utilizados sin sentido y/o de forma manipulada. B reitera que, si no se va por ese camino, el éxito resulta muy incierto.
A la hora de conformar el equipo investigador, están de acuerdo en que debe ser lo más paritario posible. Sin embargo, existe una divergencia fuerte a la hora de incluir a otro investigador con muy buena formación y que podría completar y justificar la parte que un potencial revisor pudiera encontrar más débil. Así, B defiende con mucho entusiasmo la idea de reclutar a una Doctora con mucho potencial, pero con un CV que apenas encaja en las líneas de investigación que subyacen a la propuesta. Su argumento es simplemente numérico: hay que incluir más mujeres que hombres, aunque sea forzando la situación. A empieza a preocuparse porque su experiencia en otros países le hace estar seguro de que los aspectos puramente científicos deben estar por encima de algunas estrategias oportunistas. Paralelamente, conforme avanzan en la redacción, surgen más discrepancias. A propone subcontratar la realización de unas encuestas a diversos stakeholders con una empresa de marketing digital muy competente en estas lides. Al escuchar esto, B pone el grito en el cielo porque argumenta que es necesario implicar a otras “fuerzas vivas” (así las ha denominado) de la Universidad. En concreto, propone incluir como grupo de trabajo a un profesor no doctor cuya mujer es la responsable de una pyme que podría hacer esta labor. A no entiende nada porque no entiende lo de “fuerzas vivas”. B le explica que ese profesor es un líder sindical en la Universidad y con unas conexiones muy fuertes en distintos ámbitos. A se echa las manos a la cabeza porque no concibe el papel de los sindicatos tradicionales en este tipo de propuestas. B le explica que ostentan un poder en la sombra, y que hay Cátedros en su Centro sosteniendo que los Profesores no pintan nada en la toma de decisiones, ya que todo se negocia entre el equipo Rectoral de turno con estudiantes y sindicatos. A no sale de su asombro y argumenta, con datos fehacientes, que se puede establecer una correlación negativa entre presencia de los sindicatos en las Universidades patrias, y su posición en los rankings internacionales al uso al compararlas con otros países. También han surgido discrepancias a la hora de justificar el presupuesto. Mientras A querría incluir fondos para contratar a un investigador, B concluye que el tema de los contratos está muy complicado después de la última reforma laboral, y que es mejor solicitar un becario y, en el peor de los casos, ofertar trabajos fin de carrera para las partes más tediosas del proyecto.
Me comentan que la lista de desavenencias sería más larga. Después de unos días de intensos debates y desacuerdos, A se ha dado un período de reflexión porque ha llegado a la conclusión que la idea inicial y la que se plasme en el documento tiene muy poco que ver. En ese ínterin le han agobiado con los interminables rumores, casi siempre infundados, sobre la ANECA según los cuales no le compensa mucho ser co-investigador principal de un Proyecto si ambos están en la misma área de conocimiento, ni compartir la dirección de alguna Tesis Doctoral derivada del mismo. Por otro lado, B ha llegado a la misma conclusión y cree que para él sería mejor ir como investigador principal único, aunque es consciente que el proyecto, tal y como se estructuró inicialmente, sería muy complicado sin A. Ambos han consensuado en pedir consejo a un experimentado Catedrático que les ha insistido en que la investigación debe contemplarse una carrera a largo plazo y donde uno tiene que sentirse lo más realizado posible. Poner en riesgo una amistad por estas desavenencias sería una pena, por lo que les propuso que trasladaran esa idea a un Proyecto europeo, donde seguro que no deberían de lidiar con tantas restricciones. A y B lo comprendieron, pero seguían con dudas. Una semana después, A está planteando irse de España postulándose (es el último año) a una ayuda “Margarita Salas”. B le dice que lo entiende, pero que en su Universidad está siendo un desastre y que hay investigadores a los que no les dejan realizar estancias previstas con anterioridad al fallo de esa convocatoria, y que incluso les han hurtado dos meses de los 36 que inicialmente se ofertaban en la normativa.
Al final, A parece que pospone la idea de establecerse por ahora en España, hasta que se vea capaz de optar a otras plazas y esperando que, con la nueva ley, las Agencias de acreditación autonómicas definan criterios para promocionarse menos exigentes que los existentes hoy en la ANECA. B está convenciendo a su antiguo Director de Tesis para formar un nuevo equipo, y que se integre en el mismo para beneficiarse de su dilatada y extensa carrera investigadora. Sin embargo, y para su sorpresa, dicho Director le acaba de comentar que si va en el equipo, él debe ser el investigador principal porque es un requisito necesario para optar en su Universidad a un contrato como Profesor Emérito. Le dice a B que lo siente, que él se había retirado de estos menesteres, pero que no quiere pensar en pedir a otro colega que le ceda la dirección de un proyecto para justificar dicho contrato, como le aseguran que acaba de suceder en otro Departamento de su Universidad. B le pregunta cómo es que el nombramiento de Profesor Emérito y la concesión de un contrato con una remuneración por tres años en esta Universidad no está validado por una agencia externa tipo ANECA. El Director ha comenzado a reírse a carcajada limpia…. y B ha optado por salir de su despacho. Cualquier parecido con la realidad es pura/impura coincidencia. Lo mismo se puede decir de la foto que ilustra esta entrada.