«One sustainability»

Un concepto que, por desgracia, ha trascendido fuera de los ámbitos más especializados es el de “One Health” (una sola salud), y se refiere al hecho de investigar ciertas enfermedades en animales que, caracterizando su respuesta inmune, puede tener aplicación no sólo en enfermedades veterinarias, sino en enfermedades humanas. En campos como la virología esta idea está muy presente, ya que se pretende abordar problemas cuya resolución no impactará en la sanidad animal, sino en la sanidad pública. Pues bien, tomo prestado esta idea para el título de esta entrada que intenta, en primer lugar, señalar la profusión de ideas, criterios, mensajes, convenciones, y «merchandising» diverso relacionado con una idea clave en muchos ámbitos: la sostenibilidad. Y, en segundo lugar, se pretende profundizar en una idea análoga: ¿existe una única sostenibilidad teniendo en cuenta que esta idea se aplica en diferentes terrenos y niveles? Si la respuesta fuese afirmativa, debería presentar una base común para no caer en fenómenos como el “greenwashing” o en un relato muchas veces falso y vacío que introduce a la sostenibilidad como señuelo para diversos fines. 

Aportando un resumen muy sucinto, está admitido que este concepto abstracto presenta un carácter poliédrico, lo que hace muy aconsejable caracterizarlo con una batería de criterios/indicadores, pero integrados en tres pilares básicos: el ambiental, el económico y el social. Sin embargo, queda por señalar un matiz que considero importante: como ya se ha comentado en una entrada anterior, este concepto fue definido hace más de tres siglos en el ámbito de la gestión forestal. Es decir, se ha vinculado desde su génesis a un determinado sistema de producción (madera por entonces). A partir de ahí su campo de actuación no se ha expandido notablemente, hasta el Informe Brundtland que ha conducido esta idea a dimensiones por entonces insospechadas. Ello ha conducido a que se pueda hablar de “vieja” y “nueva sostenibilidad”, sin que por ello pierda su esencia original.

En definitiva, en los últimos 35 años este concepto se ha aplicado muy profusamente en distintos ámbitos y a diferentes niveles, lo que ha llevado, en ocasiones, a un uso defectuoso del mismo, atendiendo a distintos fines. Así, es preciso comentar que, en teoría, se puede hablar de una única sostenibilidad, pero que se articula de forma diferente según donde se aplique. Esa idea multifacética implica que, por ejemplo, no se mida de igual forma a nivel agregado (país, conjunto de países), a nivel sector (sector industrial), a nivel empresa o incluso a nivel proyecto (la gestión de un monte). Como parece sensato imaginar, la forma de medir la sostenibilidad en cada nivel será diferente, abarcando criterios e indicadores distintos. Así nos encontramos con conjuntos de indicadores que, sin ser excluyentes con relación a la sostenibilidad por incorporar otras dimensiones, se mencionan continuamente. Ejemplos muy fáciles de entender serían los famosos ODS a nivel país o los ESG a nivel empresa. A otros niveles existen otras formas más específicas o que simplemente se basan en los tres pilares arriba explicitados.

Y aquí ya empiezan a surgir problemas a la hora de definir la sostenibilidad. Por ejemplo, mucha gente conoce que hay 17 criterios de ODS, pero menos son conscientes que cuelgan de ellos más de 200 indicadores, y que igual de la tercera parte no existen datos. Volviendo al símil de la salud. ¿Tiene sentido recetar a un paciente un medicamento que aún no está comercializado? ¿Tiene sentido medir la sostenibilidad a través de índices que no están disponibles? Y esto nos lleva a otra paradoja: si uno se mira en detalle los indicadores, muchos de ellos explícitamente se refieren a un nivel país. Luego, ¿por qué se utilizan los iconos de los 17 ODS como si fueran portadas de discos para justificar una sostenibilidad con indicadores que no son adecuados a esa escala? Esa visión de coleccionista friki que se observa a la hora de maximizar el número de iconos asociados a la actividad de una institución o una empresa para vender una idea “sostenible”, creo que es un error mayúsculo, y, además, banaliza la idea que se pretende transmitir. Por otro lado, y sin poner en duda la pertinencia de los 17 objetivos, desde el punto de vista de la sostenibilidad que arriba he mencionado, algunos objetivos e indicadores presentan unos principios morales o éticos muy loables, pero que, a mi juicio, no casan perfectamente con la idea de sostenibilidad. 

Dejando a un lado los ODS, otro problema del uso de criterios e indicadores tiene que ver con el número. Si se quiere medir la sostenibilidad con el fin de tener una métrica que nos permita comparar su evolución en el tiempo, se debe manejar un conjunto razonable de indicadores, y nunca marcarse como propósito maximizar el número de criterios o indicadores que se definan en cada problema. Por ejemplo, en el ámbito de la gestión forestal sostenible a nivel país, el conjunto de indicadores en diversos foros a nivel mundial sobrepasan fácilmente los 50, y no se propone ninguna forma de agregarlos. Este hecho complica sobremanera la caracterización de esta idea. Y, por el otro extremo, se observa como empresas y organismos venden una idea de sostenibilidad centrándose sólo en un criterio o un indicador (emisiones CO2, huella de carbono, etc.). Pues bien, aunque resulta muy pertinente incluir esos indicadores ambientales, pero se requiere un esfuerzo mayor, por lo que esa supuesta sostenibilidad sería algo insostenible, si se me permite el juego de palabras. 

Esa moda de reducir los tres pilares clásicos de la sostenibilidad a uno o dos, borrando el pilar económico es otra forma de manipular vilmente este concepto. Aquí no estaríamos hablando de “blanqueo verde”, sino más bien de “imposición verde”. Cuando se elimina la componente económica y/o social del análisis no es que ya se ampute la idea de sostenibilidad, sino que, lo que es peor, unos se arrogan el derecho de otorgar pesos preferenciales a los distintos criterios e indicadores que se han definido. Hasta ahora no he hablado de esta cuestión, que también es muy relevante. Por ejemplo, ¿se les debe otorgar a los 17 objetivos de ODS y sus correspondientes indicadores el mismo peso? ¿Y a los 50 criterios de gestión forestal sostenible? No observo respuestas a estas preguntas, pero, sin embargo, para algunos es muy fácil argumentar de forma explícita o implícita que el pilar económico de la sosteniblidad presenta un peso igual a cero. En el ámbito forestal existen muchos ejemplos al respecto. A modo de ejemplo, adjunto una noticia donde el Director del llamado Observatorio de Sostenibilidad justifica la recurrente idea de paralizar las cortas finales no cortar en masas forestales sujetas a documentos donde la sostenibilidad está garantizada desde hace décadas. 

En definitiva, asumiendo que la sostenibilidad es un concepto en evolución, no es menos cierto que existen muchas disfunciones y que todavía nos encontramos en una etapa inicial para lograr esa idea de “one sustainability”. Mientras que se siga utilizando indiscriminadamente, muchas veces con objetivos espurios y para justificar un determinado relato político-periodístico, no podremos asumir por defecto, a diferencia de lo que pasa en la salud, que este concepto ha sido utilizado con rigor y que, por ello, su empleo correcto retroalimente esta brillante y necesaria idea.

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