Comienzo con una opinión: no estoy de acuerdo para nada con la política del actual presidente de Brasil en la Amazonía. Sigo con un hecho: Jair Bolsonaro ha sido elegido por los brasileños y estas ideas las había avanzado en la campaña electoral. Recalco esto último por si alguien no quiere aceptar esta realidad tan elemental y democrática. Pero lo que quiero comentar no tiene que ver con los desaciertos del presidente Bolsonaro en este ámbito, sino, algunas causas que motivan esta deforestación.
En primer lugar, conviene recordar que el fenómeno de deforestación en las regiones amazónicas ha sido una constante desde que hay estadísticas. Bien es cierto que parece (hasta que no acabe el año no habrá cifras al respecto, y no es lo mismo superficie quemada que deforestada, ya que puede haber incendios que se produzcan en áreas ya previamente deforestadas) que la tendencia de disminución de esa tasa se ha roto en el 2019, pero ha habido en este siglo años con cifras muy preocupantes. Por ejemplo, las estadísticas oficiales (IBGE) de Brasil hablan que ha perdido un 7,5% de su vegetación natural entre 2000 y 2016. Además, en 2015 y 2016 la superficie quemada alcanzó valores record en la Amazonía debido a un período de extrema sequía provocado por El Niño. Cada uno puede sacar sus conclusiones sobre quién estaba y quién no estaba en el poder en aquellos años y el eco que ha tenido en los medios esa deforestación en comparación con la de este año.
Si traigo a colación estos números es para demostrar que, a mi juicio, es demasiado simple justificar la deforestación en función únicamente de dos variables: las políticas del presidente Bolsonaro y la presión del lobby ruralista. Quedarse únicamente con estas dos variables supone retorcer la realidad con fines políticos, o un simple postureo interesado. Esta realidad es mucho más profunda y poliédrica. Sin pretender, ni mucho menos, desentrañar todas las claves del problema (habría que introducir componentes históricos, legislativos, ambientales, etc.), voy a aportar algunos datos que son sabidos desde hace lustros, pero, inexplicablemente, nunca los he visto en las valoraciones que, desde España, se hacen de este problema. La pregunta que nos debemos hacer es ¿por qué un propietario quema su terreno forestal? A priori, esta cuestión tendrá tantas respuestas como propietarios existan, pero… ¿qué pasa si no hay propietarios o los que ocupan el terreno no son los legítimos propietarios? Lo diré de otra forma: ¿existe superficie en la Amazonía donde no están claros los derechos de propiedad del territorio? La respuesta es un sí rotundo. Las cifras que se manejan es que, como mínimo, más del 20% de la superficie de la Amazonía brasileña tiene problemas con los derechos de propiedad (tierras no registradas o falsamente registradas, con varios títulos, y otros fraudes). Una estadística reciente habla que, a nivel de todo el país, más de 141 millones de ha presentan este problema (2,8 veces la superficie de España). Las consecuencias de no tener derechos de propiedad claros y reconocidos en un territorio están perfectamente estudiadas en la literatura económica. Esto se puede ver en cualquier otro recurso, bien sea marino o incluso algún producto forestal no maderable. En España tenemos muchos ejemplos de desaparición del recurso (monte) por disputas sobre derechos de propiedad. Como es fácil pensar, la no existencia de propiedad supone un incentivo para acaparar todo el recurso que sea posible.
También se debe poner en contexto otro hecho relacionado con la política forestal brasileña. La normativa existente, que lleva en vigor desde hace casi 80 años, ha sido en su momento un documento pionero y ejemplar en su época que, por ejemplo, obligaba a los propietarios a dejar sin cortar una parte significativa de su propiedad, además de proteger zonas como las cuencas fluviales. Además, esta política forestal lleva a que en la Amazonía desde un punto de vista legal sólo se permite cortar en un 20% de la superficie por motivos comerciales y utilizando siempre entresacas muy selectivas (menos de 20m3/ha). Por hacer una comparación, lo que se extrae equivale a sólo algo más de dos veces las cortas que se realizan anualmente en España. Esta política basada en objetivos de sostenibilidad está generando un déficit de madera de sierra a nivel nacional, provocando que la presión sobre el recurso aún es mayor, lo que incide en talas ilegales. De ahí la importancia de exigir una perfecta trazabilidad en la madera que se importa por parte de los países europeos.
Por último, también observo una cierta superioridad moral en algunas noticias, opinione y comentarios que se realizan contra Brasil en este ámbito. No se debe prejuzgar a un país por las acciones de un político. Conviene recordar que existen grupos de investigación e instituciones excelentes a todos los niveles y que llevan una sólida trayectoria en estos temas desde hace años. Por ejemplo, en otras zonas del país hay planes de restauración forestal con vegetación autóctona muy ambiciosos y loables, cuya experiencia pudiera ser beneficiosa para zonas ya deforestadas en la Amazonía. Además, conviene subrayar que hay Universidades mucho mejor clasificadas que cualquiera española en los rankings internacionales al respecto. En definitiva, creo que hay que dar un voto de confianza en estas personas capaces para que ayuden a mitigar este problema… y desear que el Presidente Bolsonaro entienda que una Amazonía preservada y cumpliendo los acuerdos de París constituye un intangible que puede favorecer (o, al menos, no perjudicar) al agronegocio brasileño.