Si en un post anterior señalaba algunos problemas de las estadísticas forestales en España, parece sensato destacar un reciente contraejemplo que, al menos en Galicia, parece mitigar algunos de los problemas entonces expuestos. En concreto, me estoy refiriendo al informe: “XERA (2018). La Cadena Forestal – Madera en Galicia 2017”, coordinado por el Prof. Juan Picos, y de reciente aparición. En una primera valoración, no puedo más que calificar este trabajo como sólido, por los datos objetivos que se aportan, oportuno, dada la desinformación que rodea en la actualidad al monte gallego, y de calidad, por su exposición clara y las conclusiones juiciosas que ahí se presentan.
Partiendo de la, a mi juicio, gran utilidad e importancia que presentan este tipo de trabajos, no pretendo reseñar todo lo que se ha recogido en este informe, que es mucho y de gran interés, sino desgranar algunos comentarios que me han surgido después de la lectura de este documento. En primer lugar, en el informe se destaca que los sistemas forestales en Galicia no son tan uniformes espacialmente como algunos puedan pensar. Esta heterogeneidad implica que los objetivos, problemas y necesidades de un determinado distrito forestal pueden no tener nada que ver con otro, aunque estén en la misma provincia. Por ello la toma de decisiones en el ámbito forestal gallego debiera tener en cuenta esta realidad y huir de ciertas posiciones maximalistas que no ayudan para nada al sector.
Un hecho que llama la atención, y que diferencia la realidad gallega con otras regiones/países donde las plantaciones forestales presentan una notable importancia, es la poca o muy poca importancia que tienen en las cortas anuales las procedentes de grandes empresas forestales. Es decir, en Galicia (y al igual que en el resto de España) no existe un porcentaje significativo de empresas forestales propietarias de suelo que pueda servir para su propio abastecimiento. Esta circunstancia acarrea un problema de eficiencia, de menor productividad de lo esperado y de falta de especialización del suelo y que, a mi juicio, no se ha tenido en cuenta en muchos análisis de la situación forestal en España.
Aunque explicaciones de este hecho surgen rápidamente atendiendo a razones históricas, sociales y de propiedad, esta carencia puede tener otras implicaciones. En concreto, si he entendido bien los datos que se muestran en este informe, en Galicia se han cortado en el sño 2017 8,6 millones de m3, pero a la industria de primera transformación llega 6,5 millones de m3. Entiendo que hay una demanda de madera desde Portugal, un comercio exterior pujante, cierto nivel de autoconsumo, el tema de la biomasa… pero, y aún así, con este excedente, ¿está bien dimensionada la industria basada en la madera en Galicia? ¿no sería posible incrementar este tejido industrial para dar salida a la oferta de madera gallega?
Hablando de esta industria, en general y no centrándome en grandes empresas, se concluye en este informe que, al menos en algunos subsectores, se ha producido una cierta recuperación en cuanto al empleo y se ha vuelto a niveles anteriores a la crisis, pero es preciso destacar que el número de empresas se ha reducido notablemente. Como bien afirma el Prof. Juan Picos, el escenario ha cambiado y las series históricas que podemos manejar en cuanto a datos estadísticos deben ser interpretadas con cautela. Finalmente, quisiera expresar mi deseo para que este informe se consolide en años sucesivos, incluso, si fuera posible, incluyendo otros subsectores en auge dentro de la cadena forestal gallega.