En los últimos días, ha habido varias noticias relacionadas con actividades empresariales, cuya publicidad toca aspectos forestales, que han llamado mi atención. Unas tienen que ver con el boom que parece existe para utilizar la palabra “reforestación”, muchas veces unida a la nauseabunda coletilla de que así se crea “un bosque”, y otras con drones milagrosos. Por otro lado, alguna otra empresa, que considero más interesante, utiliza en su publicidad aspectos forestales, pero centrándose en la gestión forestal. Sea como fuere, parece que está muy demandado vincular algunos productos y servicios con ciertos ecosistemas. Es decir, que lo forestal se está convirtiendo en un tema candente, pero parece que sólo como actor de reparto, y de ahí el estrafalario título de esta entrada.
Valga por delante que cualquier inversión en el ámbito forestal, siempre que cumpla unos mínimos, es bienvenida y máxime cuando puede ofrecer un efecto multiplicador muy necesario para un sector donde, si hablamos del caso español, la iniciativa privada fuera del sector de micro y pequeñas empresas es muy débil. Dejando a un lado, por no repetirme con entradas anteriores, el tema de las forestaciones disruptivas, voy a comentar una noticia que comparte el hecho de fomentar las forestaciones, pero bajo un paraguas de un fondo de inversión con ropajes ESG. Me estoy refiriendo a la iniciativa de la Fundación Repsol llamada “Motor verde”, y donde se anuncia una inversión inicial de 100 millones de euros para forestar 24.000-25.000 ha, si he entendido bien, en 5 años. El marketing al uso, tan anti-natural como absurdo, obliga a ilustrar esta iniciativa con el dato que ello va a suponer la plantación de 20 millones de árboles. Más allá de otras cuestiones, creo que una terciarización de la captura de carbono a través de un fondo de inversiones parece una opción interesante en este caso ya que, además de tener una dimensión apreciable, implica una mayor profesionalidad de las nuevas forestaciones que se registran en la contabilidad oficial.
Sin embargo, me ha llamado la atención la cifra objetivo en cuanto a la captura de carbono. Esta se estima en 6 millones de toneladas de CO2. Y digo que me ha sorprendido porque lo suyo sería ofrecer un dato anual, y no el total, como ya se ha comentado. Estoy seguro de que en la contabilización de las emisiones de Repsol se tiene en cuenta este hecho. Por aportar unas cifras básicas a vuelapluma, la inversión ha estimado un coste de forestación aproximadamente de 4.000€/ha, con una densidad media de 800 pies por ha, y al final de su ciclo se acumulará unas 250 t de CO2 por hectárea. Obviamente, el fondo debe asegurar una rentabilidad, y observando el precio actual de la tonelada de carbono en el mercado europeo ETS (ronda los 90€/t), no parece muy difícil que se asegure un umbral mínimo. Dicho de otra forma, parece, frente a otras alternativas, una forma eficiente y competitiva de reducir por parte de esta compañía el impacto de las subidas del precio del carbono, por mucho que se vista de ESG e induzca a pensar en un cierto altruismo. En esta línea, creo que se debería explicar y cuantificar mejor los criterios e indicadores de sostenibilidad (y/o de ODS) que se espera alcanzar en el futuro con este nuevo proyecto. Me parece que en una cuenta de resultados previsional en inversiones de esta índole ya se deberían incluir (y explicitar) estas componentes. Apuntando un deseo personal, creo que esta iniciativa podría mejorar el mercado español asociado a los proyectos de absorción de CO2. Ya se ha hablado de la barbaridad que supone fomentar un mercado de un producto en el que se oculta el precio de este. Al incrementarse notablemente su tamaño (ahora supera ligeramente las 4.000ha), sería más fácil que su funcionamiento fuese más transparente. Llegados a este punto, me ha extrañado la ausencia de altos cargos del Ministerio responsable en la presentación de este proyecto.
La otra iniciativa que quería comentar es la de la foto que ilustra esta entrada y la encontré como publicidad en la revista Forbes la semana pasada. Se trata de un proyecto promovido por una multinacional japonesa de productos alimentarios, pero quizá más conocida por sus bebidas espirituosas. Ya lleva años funcionando, y presenta un título que explica sus objetivos de forma muy explícita (“Natural Water Sanctuary”). En él se sublima un aspecto que quizá pase más desapercibido en la actualidad que la captura de carbono: la cantidad y calidad de agua asociada a masas forestales donde esta compañía se abastece de una materia prima fundamental en su proceso de producción: el agua. Si he entendido bien, ya llevan 12.000ha a lo largo de todo Japón intervenidas con unos procesos de gestión forestal, claramente pensada a muy largo plazo, donde el objetivo es el que he comentado anteriormente, pero donde no se desdeña ningún otro tipo de servicio ecosistémico asociado a estos lugares.
Sin pretender realizar una comparación entre ambos, estos dos ejemplos comparten algunas características comunes: se trata de multinacionales de referencia en su sector, llevan asociadas inversiones en el ámbito forestal, se vinculan a servicios ecosistémicos que no son necesariamente de provisión, y se basan en vender una idea ambientalmente amigable con el fin de cumplir sus objetivos económicos. Es decir, lo forestal aparece porque es un elemento necesario, pero el principal objetivo en cada uno de estos dos ejemplos parece que es algo ajeno a este sector. Seguro que hay muchos más casos que van por esta dirección o, incluso, otros donde el centro se sitúa en lo forestal al no esperar ningún rendimiento económico en el futuro. Esto es lo que ocurre en nuestro país donde algunos propietarios realizan inversiones sabiendo que no van a ver ni los resultados ni un rendimiento económico para sus descendientes. Estoy seguro de que se justificarían por el lado del cierto autoconsumo ambiental, pero no existen evidencias documentadas al respecto.
Llegados a este punto, quisiera retomar la idea inicial: hacen falta más inversiones en activos forestales, más empresas implicadas, más transparencia y objetivos a más largo plazo. Estos dos casos de éxito, al menos a priori, muestran que hay muchas opciones que explorar en la conjunción de aspectos empresariales y los servicios ecosistémicos forestales. Por último, creo que resulta imprescindible continuar por esta dirección y normalizar este tipo de iniciativas privadas en el ámbito forestal patrio. Espero que en algún momento el objetivo principal de estas inversiones sean las masas forestales, y éstas pasen de actores de reparto a actores principales.