Sin tener a mano una estadística concluyente, me temo que no resulta descabellado afirmar que durante los últimos años se está produciendo un continuo incremento de sellos, etiquetas, iniciativas, registros, etc. que tratan de abordar diferentes aspectos relacionados con la gestión forestal o con el consumo de ciertos outputs asociados a estos sistemas, vinculados o no con las organizaciones que certifican, pioneras en estos aspectos, y que tienen una amplia presencia en España. Pues bien, en esta entrada pretendo reflexionar sobre algunas circunstancias que rodean este proceso que empieza por la necesidad de validar un cierto servicio ecosistémico (SE) vinculado a un monte y acaba por la percepción que los consumidores tienen de todo ello, aspecto que creo que no está bien analizado por distintos integrantes de las cadenas de valor de diferentes productos. Para situar el problema, conviene recordar ciertas obviedades. La primera es que los sistemas forestales proporcionan múltiples servicios ecosistémicos (incluyendo diversos SE de provisión diferentes de la madera, aunque algunos pretendan obviarlos). La segunda es que su gobernanza debe o debería integrar las preferencias de diferentes stakeholders y, por último, estamos hablando habitualmente de iniciativas voluntarias (o, si se quiere, voluntarias hasta un cierto punto). Es decir, la propiedad se interesa, por el motivo que fuere, en alcanzar el cumplimiento de ciertos estándares que le proporcionen un determinado sello.
Con todo ello presente, repasemos someramente algunas de las casuísticas con el fin de ilustrar la realidad. Comenzando por los SE de provisión, y, dentro de ellos por la madera, está muy extendido el papel que realizan en España FSC y PEFC a la hora de certificar tanto la gestión forestal como la cadena de custodia respectiva. La madera que lleva cualquiera de estos sellos se asocia con una gestión forestal sostenible, aunque su ausencia no debe implicar automáticamente la no sostenibilidad. De la misma forma, tampoco siempre se certifica por esa idea de sostenibilidad. Sin embargo, tengo dudas sobre si los consumidores tienen todo esto en mente cuando compran madera certificada. Todo ello se puede complicar mucho más si analizamos productos derivados de la madera. Por ejemplo, hay un estándar europeo para los pellets… pero en ningún momento se exige que la materia prima (madera) para su fabricación sea certificada. Este hecho, ¿es conocido por el consumidor?
Siguiendo con otros SE de provisión, existen productos forestales no maderables también con sellos de certificadoras (PEFC), aunque con menos impacto que el caso de la madera. Existen ejemplos en corcho, resina, hongos, miel y algunos otros. Una pregunta que puede surgir es si son productos certificados en montes donde se certifica la gestión orientada a la madera o, por el contrario, si hay estándares específicos para cada uno de estos productos. El caso de la miel resulta bastante vidrioso porque, a mi modo de ver, no siempre es reconocido como un producto forestal y la distinción entre agrícola o forestal puede ser bastante sutil. Sin embargo, supongamos que se vende un tarro de miel con un sello PEFC. El consumidor, ¿tiene claro lo que representa? ¿sabe distinguir las virtudes de, por ejemplo, un tarro similar, pero de miel orgánica? ¿Tiene sentido que compitan ambos sellos? Pasemos ahora a los hongos. Siempre me ha llamado la atención que los hongos silvestres se venden sin el marchamo de un producto ecológico, y, en cambio, es posible encontrar hongos cultivados con esa categoría. Además de las escasas iniciativas de certificación, sí que ha habido iniciativas para asegurar la trazabilidad de estos con el fin que el consumidor. El caso que conozco es la marca de garantía en Castilla y León. En definitiva, puede haber dos sellos para el mismo producto, y todo ello sin, repito, interaccionar con el consumidor.
Y ahora hablemos de un SE híbrido entre los de provisión y los culturales: la caza. Salvo error u omisión por mi parte, creo que no hay cotos de caza con las certificaciones habituales en el caso de la madera. Existen marcas a nivel autonómico, así como interesantes propuestas para promover estos estándares. En cualquier caso, un propietario puede pensar en las ventajas de adherirse a ellos. Sin embargo, si pasamos al ganado doméstico nos encontramos con la hasta ahora ausencia de un sello asociado al ganado que pasta en los sistemas forestales. A pesar de ser un aprovechamiento habitual en muchos montes, no he visto nada en los sistemas de certificación forestal, y creo que tiene su importancia. Por ejemplo, si pensamos en los montes de utilidad pública de una comunidad, ¿no interesaría a la Administración un sello específico para todo el ganado que se sacrifique y que paste en sistemas forestales al menos un determinado período de tiempo al año, garantizando un cierto nivel de bienestar animal? ¿Y a los consumidores? ¿Estarían dispuestos a pagar más por un producto de proximidad con un origen garantizado, o por una carne ecológica que proceda de Irlanda o de Argentina, por poner dos ejemplos?
Si pasamos ahora a otros SE (regulación o culturales) nos encontramos que existe en España una iniciativa pionera por parte de FSC a la hora de certificar hasta 5 SE en un mismo paquete: conservación de la biodiversidad, secuestro de CO2, servicios de cuencas hidrográficas, conservación del suelo y servicios recreativos. Creo que presenta aspectos elogiables (poder agrupar varios servicios a mi juicio es un punto fuerte), pero a mi juicio, creo que debería partir de estimaciones del capital natural y de incluir con más énfasis aspectos de mercado, empezando por conocer la disposición al pago de los consumidores por estos nuevos sellos. Por otro lado, en otros países hay pagos por servicios asociados al agua, a la biodiversidad, además de los mercados voluntarios de carbono. Supongo que algún día se extenderán más por España, más allá de algunos ejemplos puntuales, lo que puede redundar en nuevos sellos, certificados o logos. Sin profundizar en más SE (se podrían citar otros que no se han mencionado) nos podemos encontrar ya con un número potencial de sellos, marcas y similares bastante ingente en una misma unidad de gestión. Ello nos lleva a ciertas preguntas para las que no tengo respuestas fiables: ¿se busca maximizar el número de estos? ¿compiten entre sí? ¿es eficiente esta forma de actuar, o sería mejor buscar algo más simple? Continuamos con más preguntas: ¿el consumidor demanda tanta información y/o la comprende? ¿el exceso de sellos socava su confianza en los mismos?
Sin embargo, conviene no siempre plantearse el análisis de los ES de forma aislada. Existen interacciones entre los ES que provocan trade-offs positivos o negativos y la pregunta es: ¿se recogen con estos sellos? Por ejemplo, se dice que una gestión orientada a la captura de carbono puede acarrear externalidades positivas (evito usar ese término horripilante llamado “co-benefit”) en cuanto la conservación de la biodiversidad. Pero cuando se hacen estas comparaciones se suele olvidar de la madera, o simplemente se supone que no se tiene en cuenta. Más allá de trade-offs endógenos también habría que considerar de alguna forma aspectos como la sustitución de combustibles fósiles por productos maderables o el impacto positivo que sobre la biodiversidad presenta la ganadería extensiva en los montes frente a otros sistemas de producción ganadera más intensivos. No sé si tiene sentido incluirlo en un sello o no, pero sí tengo claro que el consumidor debería estar informado de estas consecuencias, lo que nos lleva a un pilar muchas veces olvidado en el ámbito forestal: la comunicación.
En definitiva, creo que el tema de la multiplicidad de estos sellos debe abordarse desde varios puntos de vista. Entendiendo y respetando el papel de las certificadoras, que, lógicamente, intentan ampliar su mercado, creo que se debe analizar las consecuencias de esta multiplicación tanto para la propiedad, como para los profesionales que llevan la gestión de los sistemas forestales, pero, sobre todo, para el consumidor de cualquier tipo de SE de naturaleza forestal. Y, por último, lanzo una pregunta que contradice uno de los primeros principios anteriormente expuestos. ¿Debe ser siempre voluntaria la certificación para cualquier SE?