“Una vez escuchó que el viento no sopla, es el propio soplo“. Itamar Vieira Junior: Torto arado
Desde hace tiempos recientes observo cómo aparecen recurrentemente propuestas, proclamas y proselitismos varios relacionados con una corriente que bebe en fuentes neomalthusianistas y marxistas y que propugna lo que ellos llaman el “decrecimiento” de la economía. Argumentan que los problemas del modelo capitalista (que, obviamente, existen y no se deben ocultar en ningún momento) sólo se solucionan con descensos en el consumo y en la producción. No soy un experto en macroeconomía, pero estos discursos me dejan bastante indiferente, entre otras cosas por sus contradicciones internas, su cariz político y su falta de concreción. Por un lado, llama la atención la doble moral de algunos que denigran sin piedad a quien ose cuestionar aspectos del cambio climático argumentando una falacia: que se basa en un consenso, que, como bien dice un amigo Catedrático muy experto en estas lides, no es tal, sino una unanimidad. Si aplicamos el mismo rasero en estos términos de “decrecimiento”, sería conveniente invocar la misma medicina a los que llaman negacionistas si atendemos a las opiniones casi unánimes con relación al crecimiento económico. Las evidencias al respecto son múltiples, pero por dar sólo una, los últimos libros de respetados profesores que se dedican a la economía ambiental como Dasgupta (premio Fronteras de Conocimiento BBVA en 2023) o Constanza no desarrollan en ningún momento estas ideas. Por otro lado, llama la atención que algunos de sus más fervientes adeptos no son economistas, y algunos de ellos se vanaglorian de ello. Realmente en los últimos años resulta muy fácil atacar a la economía desde otros campos, y retorcer conceptos como el de bioeconomía para sustraerle toda base económica, pero lo recíproco no suele ser admitido. Además, como he comentado antes, rápidamente aparecen connotaciones de todo tipo, y estos supuestos científicos en temas de macroeconomía cambian de sombrero y se autodefinen por palabras que contienen el sufijo “ista”. Allá cada cual con sus ideas, pero lo de ser en algunos temas un científico fijo discontinuo no suele ser lo más aconsejable.
Pero el objetivo de esta entrada no es sólo exponer esta situación, sino preguntarme cómo pudiera afectar este tipo de razonamientos, si se llegaran a aplicar, al sector forestal. Lo primero que debo decir es algo transversal: lo que me resulta más complicado de admitir es cómo se articula el “decrecimiento” con la innovación. ¿Se va a prohibir investigar en algunos temas? ¿sólo habrá investigación pública y en los temas que decidan algunos iluminados atendiendo a sus taras políticas? A mi juicio la innovación es el motor del crecimiento y, a la larga, del bienestar de la sociedad. Y sus caminos de éxito no son lineales ni, en muchas ocasiones, predecibles. ¿Serían capaces de discernir todas las relaciones entre los diferentes sectores de la economía y elegir cuáles deben crecer, cuáles decrecer y cuáles mantenerse constantes? La experiencia en las últimas décadas muestra evidencias sobre la idea de que la administración pública no debe escrutar lo que se debe y no se debe investigar. Frenar eso supondría el peor incentivo para herir de muerte el progreso, aunque fuere un progreso compatible con lo que llaman “decrecimiento”.
En el caso del sector forestal de España, si se implantara esta tendencia, estoy seguro de que una de las primeras medidas sería prohibir los productos que tienen por materia prima el eucalipto. La xenofobia botánica siempre es lo que primero suele aparecer en estos casos, y este sería un paso natural de los actuales defensores de una moratoria integral para estas especies. Ya justificarán que no es adecuado el lyocell, que sólo interesa con otras especies, o que venga de otros países donde les parece bien que no se imponga esta pauta. Pero, además, hay que tener en cuenta que una de las propuestas de este nuevo modelo es el de exacerbar el sector público, con lo que es fácil pensar en múltiples expropiaciones, para júbilo del club de fans de estas medidas. Me intriga cómo se articulará este paso en las Comunidades Autónomas donde la propiedad pública es menos que residual y, como profesor de valoración agraria, a qué justiprecio se realizará dicha expropiación, aunque igual hablar de hojas de aprecio y otros componentes de los procedimientos de la valoración expropiatoria puede sonar naif en este hipotético contexto. Pero estas utópicas medidas no se limitan, repito si se consolida esta inhóspita teoría, a lo arriba comentado sino que llegarían a también al comercio de emisiones derivado de los créditos asociados a una forestación con estos propósitos. Al parecer, esto tampoco es deseable por temas de equidad, debido a la desigual distribución de riqueza entre países del norte y del sur. Por último, mi hipótesis es que también se propugnarían políticas de no gestión y de rewilding más o menos indiscriminadas, pero eso no lo he corroborado en ningún trabajo.
Por otro lado, uno de los efectos nocivos del capitalismo, según esta corriente, es el continuo avance de la deforestación a nivel global. Sin embargo, se olvidan de que la tendencia es justamente la contraria en muchos países desarrollados (existe una clara correlación entre valores elevados del PIB y aumento de la superficie forestal), como España. Igual se conoce cuál sería la proporción exacta e inamovible de los diferentes usos de la tierra de acuerdo con su utopía, pero tampoco he visto datos al respecto. Aterrizando en la realidad actual, si estoy insistiendo con estos temas es porque los diferentes stakeholders del ámbito forestal deben tener claro que al final sí que les van a afectar medidas macroeconómicas de casi cualquier calado, y máxime en un contexto de retroceso de la idea de globalización. Por otro lado, que se hable de crecimiento no implica que todos los sectores o todas las economías tengan que crecer cada año. Existen momentos de crecimiento negativo dentro de estos ciclos, y generalmente están asociados a descensos en el bienestar. Sin embargo, a nivel sectorial habría que analizar las causas con más finura. Digo esto porque escrutando los datos de Eurostat, parece que en los últimos años (justo antes de la pandemia) el conjunto del sector forestal europeo no ha crecido en términos de valor añadido, utilizando magnitudes reales. Aún si se mantuviera esta tendencia, supongo que no sería suficiente para algunos de los impulsores de esta idea. En todo caso, espero que no se aplique nunca, debido a razones anteriormente expuestas y, porque, en resumen, ello significaría coartar el progreso de la humanidad. Crecimiento sí, pero con medidas apropiadas para mitigar problemas existentes. Recomiendo, en esta línea, un reciente libro al respecto.