La gestión forestal históricamente se ha regido por la definición de una serie de planes, con una determinada duración, que definían los principios básicos que se debían seguir para ordenar las masas siguiendo los objetivos de la propiedad. En síntesis, esos planes nacían por la necesidad de disponer de elementos que se adecuaran a la longevidad de la vida útil de las masas forestales y así poder tomar las decisiones clave simultáneamente en las dos dimensiones donde se concreta dicha gestión: el tiempo y el espacio. Sin embargo, tradicionalmente siempre se han complementado estos planes con otros a una escala espacial más agregada que la escala a nivel monte. Había una necesidad de planificar extensiones de terreno más extensas que podrían compartir un conjunto de objetivos. Un ejemplo claro son los antiguos Planes de ordenación a nivel comarca. Esta idea se ha retomado hace unos años con la puesta en marcha de los Planes de Ordenación Forestales (PORF), aunque su desarrollo ha sido muy desigual. Además, se asumía que aún había otra planificación más agregada, que sería la que emana de la Estrategia Forestal Española y del Plan Forestal Español, publicados a principios de siglo.
En un contexto como el actual, donde se está discutiendo una nueva Estrategia Forestal a nivel europea, donde se intenta aplicar el reciente “European Green Deal”, además de otros convenios y acuerdos a nivel internacional, cabría preguntarnos si habría que modificar, a la luz de estos documentos comunitarios la Estrategia Forestal Española y si, hoy en día, tiene sentido una aproximación del tipo “top to down” o, por el contrario, habría que buscar otros mecanismos más flexibles. Responder a estas cuestiones igual sería un ejercicio muy extenso, así que intentaré exponer brevemente unas ideas al respecto. A mi juicio, creo que sería sensato redefinir una nueva estrategia forestal española, pero con condiciones. Se debe pretender que sea un documento útil, integrador y vertebrador, que encaje dentro de los objetivos comunitarios y que apoye decididamente al ámbito forestal en un contexto de despoblamiento rural creciente y que tenga en cuenta nuevos retos que han surgido en los últimos años y que cuanto antes se afronten, en mejor situación se encontrarán los sistemas forestales a largo plazo. Obviamente, todo ello debería estar jalonado por una memoria económica realista, con independencia de cómo se articule.
Resulta trascendental que esa pretendida estrategia nacional se sitúe por encima de las autonómicas (sin competir con ellas) y que, idealmente, aborde aspectos comunes y ámbitos que pueden exceder al regional. A título de ejemplo, y sin pretender ser exhaustivo debería incluir las implicaciones de los acuerdos de París y posteriores, así como del European Green Deal, medidas comunes para impulsar el despoblamiento rural (yacimientos de empleo asociado a los servicios ecosistémicos proporcionados por los sistemas forestales), cómo buscar oportunidades a través de los ODS, otros aspectos asociados al cambio climático como la futura oferta de madera que pueda satisfacer la demanda para construcción sostenible, posibles planes de forestación/restauración forestal, impulsar a nivel nacional el arbolado urbano, optimizar la gestión de los incendios forestales, diversificar la economía del ámbito rural, etc. Y, por supuesto, con una estrategia pública a la hora de recabar las opiniones de distintos stakeholders.
No se trata de disponer de otra normativa, por el mero hecho de apuntarse un rédito político. Se trata de sentar las bases que nos permitan, abordar los retos del sector forestal fuera de ataduras electorales, proponiendo para ello una financiación para, por ejemplo, una década y asociada a actuaciones concretas (bien sea a través de la propia estrategia o de un nuevo plan forestal). Se trataría de elaborar un documento ágil y de consenso, y que no quedara reducido a una recopilación de informaciones ya conocidas. Por otro lado, creo que uno de los puntos de esta estrategia debería consistir en articular medidas para reunir todas las informaciones, estadísticas, planes relacionados con el ámbito forestal, corrigiendo la situación actual donde se reparten por varios ministerios y organizaciones, ofreciendo así una imagen de fragmentación y debilidad del sector forestal. Finalmente, no soy tan ingenuo para suponer que todo esto que he escrito puede ser interpretado como algo irrealizable por utópico y porque hay muchas fuerzas que reman en sentido contrario. Sin embargo, creo que abrir el debate acerca de esta nueva Estrategia Forestal Española sí que merece la pena, y cualquier avance al respecto sería bien recibido