Plantaciones forestales: noticias y omisiones

Retomando una temática recurrente en este blog, quisiera realizar algunos comentarios sobre ciertos hechos recientes referentes a las plantaciones forestales. Asimilando los términos forestación, reforestación, plantación, etc., sí que los últimos meses han sido bastante entretenidos. Yendo a un nivel más agregado, además de la ya conocida estrategia de forestación de la UE (con dos-tres millones de hectáreas forestadas en 2030), cabe destacar el programa propuesto por el Presidente Biden donde se habla de superar los mil millones de árboles en 10 años (cifra no demasiado ambiciosa, dado el tamaño del país, todo sea dicho). Esa misma cifra y en el mismo lapso (curiosa coincidencia, aunque se me escapa la existencia de cualquier vínculo), ha sido recientemente propuesta por el presidente de Francia para lanzar un programa que pretende forestar una superficie mucho mayor, comparativamente hablando, que en USA.

Si a esto le añadimos los programas ya conocidos en otros países como China, o en varias zonas de África, parece que este tipo de iniciativas están en auge, a pesar de los habitualmente falsos estereotipos que rodean a las plantaciones forestales. Hablando de este tipo de clichés, conviene destacar el papel de las forestaciones en países como Brasil. Y digo cliché por si alguien piensa en que esas forestaciones son causa de deforestación en la Amazonía, dado que la superficie de plantaciones en esos estados es residual. Actualmente la estadística habla de más de 9 millones de hectáreas (varias veces los planes de Biden y Macron juntos) que, además de otros beneficios tangibles (su importancia en la economía es muy relevante, comparada con lo que ocurre en muchos países de Europa), presentan un stock de carbono (no he obtenido el dato del carbono neto fijado anualmente) similar al doble de las emisiones anuales de carbono asociado a la deforestación en este país. Por poner una cifra comparativa, este epígrafe (emisiones debidas al cambio de uso de la tierra) supone alrededor de la mitad de las emisiones totales anuales en Brasil en los últimos años, que se cifran en, aproximadamente, diez veces las de España. Dicho de otra forma, la deforestación en Brasil supone alrededor de 4 veces el conjunto de emisiones anuales de una economía como la española. 

Paralelamente, y a una escala más local, están apareciendo con frecuencia noticias sobre iniciativas privadas de pequeñas plantaciones (en cuanto a su superficie) y generalmente asociadas a proyectos de absorción de emisiones. En efecto, dejando a un lado las iniciativas de mayor tamaño, uno percibe cierta efervescencia en estos temas, aunque a veces se tiene la sospecha de fenómenos de “greenwashing” o de, simplemente, “fake revolutions”. Sin duda que es necesaria una cierta regulación al respecto, como ya están apuntando ciertas instituciones, e incluso desde algunas CC.AA., pero también ayudaría a que no se hiciera “ingeniería lingüística” con las unidades. Así, muchas veces se busca engañar a la opinión pública vendiendo como un gran éxito unas forestaciones que suponen unos pocos miles de árboles con el fin de que el ciudadano piense en una dimensión mayor que la que realmente es. No es lo mismo decir 4.000 árboles, que 4 ha, por poner un ejemplo. Excepto quizá en temas de arbolado urbano, las unidades a emplear cuando se habla de forestaciones deberían ser siempre hectáreas, y no árboles. 

Siguiendo con hechos a nivel nacional, nos encontramos con un auge de las forestaciones surgidas como proyectos de absorción al amparo del RD 163/2014, aunque sus cifras son, a nivel agregado, aún muy modestas (menos de 7.000ha). Paralelamente, se asume que en el futuro se deberían cumplir dos compromisos: la parte correspondiente a ese aumento de las forestaciones prometidas para toda la UE, y, a la vez, aumentar, según un acuerdo alcanzado hace unos días en el Parlamento Europeo, el capítulo de absorción neta de carbono en el epígrafe LULUCF para 2030 (-43.635t frente a las -34.471t de 2021). Dado que la cifra a cumplir es, como se acaba de señalar, sensiblemente superior al epígrafe LULUCF en los inventarios de emisiones GEI de los últimos años, uno se pregunta si sería necesario acudir a forestaciones adicionales para alcanzar esa meta. Si hablamos de esta última posibilidad (fomentar esas nuevas forestaciones), no está de más comprobar cómo podría encajar en la política forestal española, revisando las últimas versiones disponibles tanto del nuevo Plan Forestal Español 2050 como de la Estrategia Forestal Española 2050. Dado que son borradores, y supongo que susceptibles de modificaciones, no parece oportuno cargar mucho las tintas, pero lo cierto es que, en el PFE, las forestaciones y reforestaciones aparecen extremadamente diluidas en el documento, siempre de forma muy tangencial. En cambio, en la Estrategia se marcan objetivos concretos: 20.000ha/año q se deben forestar entre 2020 y 2050. Desconozco la motivación de esta cifra y lo que pretende incluir, según lo comentado anteriormente. 

Todo ello me lleva a afirmar que sería muy deseable disponer de forma clara y consensuada de una estrategia para abordar estas nuevas forestaciones. Obviamente, ello no es excluyente para desarrollar otras medidas, pero, dado que se trata de algo más transversal de lo que algunos piensan, se deberían vincular en un documento tanto los requisitos que se deben cumplir, como la postura de las AA.PP. al respecto. Conviene recordar que muchas políticas están relacionadas (de ahí lo que comentaba de transversalidad) y las nuevas plantaciones pueden cubrir objetivos climáticos, de restauración, asociados al reto demográfico, y, además, y con gran necesidad, los derivados de la economía circular. Aunque resulta complicado convencer a algunos sectores, porque es más fácil ser un “hater” de lo forestal que pensar qué le aporta la gestión forestal a uno en su día a día, se debe tener presenta que, por ejemplo, resulta incompatible en la actualidad abogar por sustituir el cemento y el acero en construcción sin acudir a nuevas plantaciones. Un artículo reciente pronostica el aumento superficial de las plantaciones en función del porcentaje de construcción nueva en madera a final de siglo, y las cifras son muy elocuentes. Si algunos, por el contrario, piensan que es mejor permitir que esa madera venga de fuera de España (nos olvidamos de la coletilla “productos de proximidad” y de un principio básico de la circularidad), y así continuar con el mantra de no permitir nuevas forestaciones (ni cortas finales en las ya existentes) deben argumentarlo con números y cifras. No resulta suficiente tratar de imponer una cierta pseudociencia, aderezada con consignas y sentimientos a conveniencia, para justificar muchas veces lo injustificable.  

No conviene olvidar que un incremento en la superficie vinculada a plantaciones (con las garantías oportunas) permite introducir con mayor facilidad el cambio tecnológico, lo que pudiera ser muy interesante para enfrentarse a algunas consecuencias del cambio climático. Además, cuanto más se concentre la oferta de madera en plantaciones ad-hoc, menos presión se ejercería sobre otras masas forestales, lo que pudiera ser interesante para fomentar otros servicios ecosistémicos distintos de los de provisión. Por otro lado, ya que se ha citado el cambio tecnológico, conviene subrayar que está pasando muy desapercibido el efecto de dicho cambio en los productos procedentes de la madera y, muchos de ellos, de plantaciones forestales. Así, se está poniendo en el mercado materia prima que permite el desarrollo de nuevos productos, que pueden sustituir a otros con una huella de carbono muy superior y, además, los productos derivados de la madera cumplen un papel muy importante en aumentar la circularidad en otros sectores. En definitiva, no parece descabellado pensar que los árboles presentes en las futuras plantaciones presenten, de por sí, un valor de opción relativo a productos, usos o tecnologías que aún no se han implantado y eso también justificaría su existencia. Desgraciadamente, y a pesar de todos estos argumentos, en la actualidad no se percibe un impulso institucional al respecto (más bien, todo lo contrario). Confiemos en que se modifique esta circunstancia.

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