El área mundial que ocupan las plantaciones de eucalipto supera en el año 2021 los 22,5 millones de hectáreas, estando presente en 95 países. Lee et al. (2024)
En las últimas semanas ha habido una gran profusión de noticias, comentarios, opiniones, y hasta andanadas más o menos extemporáneas, relacionadas con la potencial instalación de una nueva industria en Galicia que lleva por materia prima la madera de eucalipto. En síntesis, frente a opiniones que abogan por permitir el acceso a un recurso, otras defienden todo lo contrario. Y cuando digo acceso me refiero, en la línea de Ribot y Peluco, de la capacidad de obtener beneficio de las cosas. De todo lo que he leído he echado en falta algún tipo de contextualización sobre esta potencial inversión, y no me refiero a las razones esgrimidas por la empresa que ha hecho esta apuesta. A ello me voy a referir en las próximas líneas.
Creo que, en primer lugar, conviene recordar ciertas obviedades que, casual o causalmente, siempre se suelen olvidar cuando hablamos de algo relacionado con esta especie en España. Lo primero es que hay que resaltar que en un contexto de bioeconomía, de impulso de la circularidad en los procesos productivos, de descarbonización, etc., este tipo de industrias encajan perfectamente. Luego si alguien se opone a este tipo de industrias, debe justificarlo con hechos objetivos. Debo haber hecho algo mal, pero por más que he buscado no he encontrado en la literatura científica una lista de industrias que, a pesar de estar fuertemente imbricadas en estos conceptos tan demandados por la sociedad, se deben rechazar, a pesar de los atributos arriba señalados.
Una vez que se ha explicado el encaje, a continuación habría que preguntar por necesidad de que existan más industrias de este tipo en Galicia. Para responder a esta pregunta lo primero que habría que plantearse es qué ocurre con la materia prima (madera de eucalipto). Pues bien, si atendemos a los datos de crecimiento incluidos en los inventarios forestales, al volumen de corta anual, el consumo que realizan las fábricas existentes en esta Comunidad Autónoma, las exportaciones de madera con destino Portugal, etc., los datos objetivos nos dicen que hay una necesidad para apostar por este tipo de industrias. Ello se basa en que Galicia presenta una clara ventaja competitiva en esta materia prima propia, repito, de la bioeconomía forestal, circular y sostenible, ventaja que no presentan muchas otras regiones no sólo en España, sino en Europa. Es más, como acabo de comentar, los datos nos están diciendo que el eucalipto gallego está abasteciendo fábricas situadas tanto fuera de la Comunidad como fuera de España. Es decir, el potencial valor añadido de los productos que tienen como materia prima esta madera, está escapando de Galicia. Con este punto de partida resulta plenamente racional promover una actividad industrial basada en la bioeconomía y sublimando, como acabo de comentar, la materia prima de cercanía, con el consiguiente ahorro de, por ejemplo, la huella de carbono de los productos. Por cierto, este atributo (“productos de proximidad”) parece deseable para otras materias primas como los alimentos, pero, misteriosamente, no es válido para el eucalipto.
Siguiendo con la idea de la ventaja comparativa, si el eucalipto es el núcleo de dicha ventaja, se supone que la política foresto-industrial debería fomentar o, al menos, no poner trabas a un desarrollo ordenado de este sector. Cualquiera puede hacer una valoración al respecto, pero los hechos muestran cómo el eucalipto ha sido siempre una especie áspera y molesta para la Administración, donde si acudimos a las páginas oficiales de Agencias públicas relacionadas y centros de investigación, presenta mucho menor apoyo que otras especies forestales en temas de investigación, fomento, extensión y apoyo industrial. Y que conste que no pretendo enfrentar, como hacen algunos, a unas especies frente a otras. Todas merecen apoyo institucional. Por otro lado, y a pesar de ser la especie que más se corta en Galicia, la Administración no mostraba ningún plan estratégico para dar salida a ese excedente de madera. La lógica dice que cualquier recurso (renovable o no renovable) presente en un territorio y que exhibe ventajas comparativas evidentes, debería merecer el apoyo hacia toda la cadena industrial y comercial asociada al mismo.
Nos podemos remontar hace más de treinta años, cuando ya se gestó otra industria transformadora de la madera de eucalipto (“Eurogalicia Forestal”), propuesta empresarial que ha tenido, a pesar de no haberse logrado, externalidades positivas en las comarcas cercanas a su hipotética ubicación. Lo que quiero comentar es que si hace más de 30 años ya se justificaba otra industria (con mucha menor extensión de las plantaciones de eucalipto en Galicia) y se hablaba de cerrar el ciclo con una fábrica de papel, ¿qué es lo que se ha hecho desde entonces? ¿Ha habido algún plan estratégico para este tipo de industrias? ¿Qué ha pasado con esa hipotética industria del papel? Es decir, conforme aumentan las plantaciones, el stock de madera, el carbono almacenado y las cortas anuales, no se proyecta ninguna apuesta para este incremento de madera. Y llegamos a la situación actual: una empresa que pretende hacer una fuerte inversión y que, salvo error u omisión por mi parte, ha seleccionado su ubicación. Obviamente, es una decisión estratégica y la empresa debe tener la última palabra, máxime en industrias con barreras de entrada tan fuertes, pero una Administración que fomente este tipo de instalaciones debería facilitar lugares potencialmente aptos, teniendo en cuenta los criterios que estime convenientes. Por poner un ejemplo, ¿no es acaso esa la principal función de los polígonos industriales? Por cierto, algunos languideciendo por falta de empresas, y situados en zonas muy forestales. En definitiva, a la Administración autonómica le ha venido de perlas que se haya llevado este proyecto a cabo, pero ello no debe de ocultar su trayectoria al respecto.
En este contexto, también cabe hablar de otro “hot topic”: la resiliencia. Además del palmario desempeño del eucalipto, que por más golpes que recibe sigue siendo fundamental en la cadena de la industria forestal en Galicia, quisiera señalar muy especialmente la resiliencia de los propietarios de estas plantaciones. Así, parece que no tienen ni voz ni voto en esta polémica, como suele ocurrir desde hace tiempo: se trata desde hace muchos años de invisibilizarlos, cuando no casi criminalizarlos. Me centro en algunas evidencias: desde hace décadas no han disfrutado de subvenciones para la plantación, su indefensión ante prácticas monopsónicas de alguna gran industria ha sido continua y, por otro lado, desde hace unos años se ha implantado una moratoria contra el eucalipto justificada de forma surrealista, y que demuestra la falta de una estrategia institucional con relación a esta especie. A pesar de este abandono, creo que también para los propietarios resulta, a priori, una buena noticia la aparición de una nueva industria. La razón principal es la expectativa de que los precios de la madera sean en el futuro más elevados. Por cierto, resulta cuanto menos curioso defender la instalación de una industria que procesa madera de eucalipto y, al mismo tiempo, seguir con una moratoria que impide su plantación en nuevas zonas, justo cuando ciertas plagas amenazan a otras especies presentes en diversas áreas muy productivas desde el punto de vista forestal. Por realizar una comparación fácil: ¿alguien se imagina que el gobierno responsable de una región olivarera fomente una gran almazara y, simultáneamente, prohíba plantar más olivos?
Por todo ello, cabe esperar que se logren estos proyectos industriales, eso sí cumpliendo escrupulosamente todas las normas ambientales en vigor y que sean un referente en temas de circularidad. Esa condición inicial debe resultar innegociable. Además, sería muy deseable que la Xunta modificara esa idea de la moratoria indiscriminada. En los tiempos actuales, con la cantidad de medios e informaciones disponibles, resulta grotesco que las Administraciones públicas no sean capaces de discriminar entre posibles situaciones. Ni se trata de permitir nuevas plantaciones de eucalipto indiscriminadamente ni de prohibirlo en todas las zonas. Es el mismo caso de las subvenciones donde se hacen universales sin toparlas según la renta de cada contribuyente. Por otro lado, y tampoco he visto que se hable de ello, si se compara la situación ex ante y ex post, los ingresos públicos derivados de esa nueva instalación pueden corregir situaciones puntuales donde se demuestre que existan externalidades negativas correctamente medidas y justificadas.
Finalmente, y con relación a los que se oponen frontalmente a la instalación de estas industrias y que, como he comentado anteriormente, no dejan acceder al recurso priorizando que dicha riqueza escape de su tierra, quisiera manifestar mi pesar por la excepción del eucalipto. Me refiero a que, a diferencia de otras negativas históricas de inversiones en Galicia por parte de algunos sectores que se manifiestan totalmente en contra de esta industria (la autopista del Atlántico, el AVE, ALCOA, etc.), estas negativas se han convertido en afirmaciones, hasta el punto de solicitar nacionalizaciones de algunas de ellas. Sin embargo, todo lo relacionado con el eucalipto sigue centrado en el no, sin que se haya producido un cambio similar. Entiendo que la mezcla entre xenofobia botánica, neocolonialismo citadino, cierto oportunismo político, y el atavismo que representa esta especie no ha hecho modificar esas posturas, pero espero que en el futuro sí lo hagan. Mientras, y dado que el no por el no es una postura ciertamente trivial y simplona, les propondría que fueran más consistentes y consecuentes en sus ideas. Por ejemplo, que dejen de comprar papel higiénico y productos de higiene basados en la celulosa. De la misma forma que un vegano no almacena en casa chopped y casquería, resultaría un tanto hipócrita que alguien que ve al eucalipto como la conjunción de todos los males, consuma sus productos, e incluso acapare cantidades desmesuradas en épocas de pandemia. Ya que he hablado de diferentes aspectos de estrategia empresarial, les animaría a fomentar un cierto emprendimiento, sacando al mercado productos sustitutivos (igual con el tojo pueden hacer algo). Ello generaría puestos de trabajo e incluso se fomentarían otras especies vegetales. Por ejemplo, en vez de pañales de celulosa, fabricar paños con fibras vegetales ecológicas pudiera ser un nicho de mercado a considerar. Eso sí, cuando vayan a saborear los magníficos vinos de la tierra con las correspondientes tapas a los establecimientos hosteleros, lleven su propio pañuelo (orgánico, por supuesto), porque las servilletas, aunque recicladas, también proceden del papel. Esto son unos pequeños ejemplos, pero estoy seguro de que este tipo de ideas empresariales no deberían caer en saco roto.